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Alguien ha dicho que a las personas
se las puede dividir en dos clases: las justas y las perversas, ¡y la
clasificación la realizan siempre los justos! No cabe duda de que la
humanidad está dividida en dos clases, no en tres, como a veces nos gusta
imaginarnos. Nos gustaría pensar que están los hijos del demonio, los hijos
de Dios y además un amplio grupo de los que están entre medias: los que son
moralmente neutrales, ni justos ni diabólicos. Pero Dios dice: “No, no hay
tres clases”. Ni tampoco hay una sola clase. Hay
muchos actualmente a los que les gustaría que creyésemos que todas las
personas por todas partes son, por virtud de su nacimiento natural, hijos de
Dios. Pero la Biblia nunca apoya esta idea, ni siquiera por un momento. Estas
palabras de Juan son el eco de las palabras del Señor Jesús mismo cuando le
dijo a ciertos fariseos acerca de Su día: “Vosotros sois de vuestro padre el
diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:44). Esto es lo
que significa la frase hijos del demonio. No significa que los
creó el demonio, sino que reflejan la naturaleza y las características del
demonio. Todo esto está en armonía con el
punto de vista de las Escrituras sobre la humanidad. Las personas, dice la
Biblia, son como vasijas. No tienen poder en sí mismas, ni tienen vida en sí
mismas. Han sido diseñadas para contener y expresar la vida de otro. En la
intención original de Dios, esa vida debía ser la vida de Dios mismo,
puesto que las personas han sido creadas para Dios. Pascal dijo que había en
cada persona un vacío en forma de Dios que solo Dios puede llenar porque
hemos sido creados para Él. Pero debido a la caída de la
humanidad en el huerto, las personas ya no contienen ni expresan la vida de
Dios, sino que expresan la vida pervertida, retorcida del demonio. Cada uno
de nosotros nacimos en la familia del demonio. Nacimos como familia del
demonio porque formamos parte de la raza caída de Adán con la tendencia y la
proclividad al pecado, esa perversión retorcida, que nos ha sido transmitida
por nuestros antepasados, juntamente con el color de nuestros ojos y todas
las demás características físicas. Todos nacemos con la inclinación al mal.
Usted no tiene más que vivir con unos pocos bebés para darse cuenta de esto.
¡Qué centrados en sí mismos están los bebés! Según ellos piensan, todo existe
para ellos. El mundo entero está ahí solo para suplir las necesidades de
ellos, y eso es, en esencia, la expresión de la vida del demonio. Es solo por medio del nuevo
nacimiento que nos convertimos en hijos de Dios. Es por ello que Jesús dijo a
Nicodemo, ese culto, honrado y respetado dirigente de su época, que vino a Él
de noche: “el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Juan
3:3). Todos sus conocimientos, su educación, su moralidad o su religión
carecen de valor en este sentido. A menos que nazca usted de nuevo, sigue
formando parte de la familia y el reino de Satanás. Todo el impulso del
evangelio sigue siempre esta dirección: la liberación del pueblo del reino de
Satanás para llevarlos al reino de Dios. Señor, concédeme que pueda ver mi
propia vida, que vea a dónde voy, que sea consciente de las fuerzas que se
apoderan de mí, dominándome, tanto si son de Dios como de Satanás. |
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Aplicación a la vida |
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¡Qué penetrante, asombroso e
increíble es el pasaje de las Escrituras que nos ha sido presentado hoy!
¿Cuál es la extensión total tras el mensaje del evangelio de Dios para el
mundo? |
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Versículo para hoy:
lunes, 18 de mayo de 2020
18 de mayo - El uno o el otro - Ray Stedman
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