Versículo para hoy:

lunes, 5 de septiembre de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – SEPTIEMBRE 5

“¿Has entrado tú hasta los profundos de la mar?” Job 38:16.

ALGUNAS cosas de la naturaleza seguirán siendo enigmáticas para los investigadores más inteligentes y emprendedores. El conocimiento humano tiene límites que no es posible trasponer. Si esto es así con las cosas visibles y temporales, puedo estar seguro de que es aún más así con las cosas espirituales y eternas. ¿Por qué, pues, tengo que torturar mi mente con especulaciones en cuanto al destino y al albedrío, en cuanto a la predestinación y a la responsabilidad humana? Yo no puedo comprender estas profundas y enigmáticas verdades, como tampoco puedo descubrir “los profundos” que yacen en lo más hondo, de donde el viejo océano saca sus abundantes aguas. ¿Por qué he de ser tan curioso como para querer conocer la razón de los actos providenciales del Señor, el motivo de sus acciones y el designio de sus juicios? ¿Podré asir el sol con mi puño y sostener el universo con mi palma? Sin embargo, estas cosas son como una gota de agua, comparadas con el Señor mi Dios. Que no procure, yo, pues, entender lo infinito sino que emplee mis energías en amar. Lo que no puedo conseguir por entendimiento lo puedo poseer por el afecto y, con esto, debo quedar satisfecho. Yo no puedo penetrar en el corazón de la mar, pero puedo gozar de las brisas que pasan rápidamente por su superficie y navegar sobre sus aguas con vientos propicios. Si yo pudiese entrar en “los profundos” de la mar, esa hazaña no tendría para mí ni para otros ninguna utilidad, pues ni salvaría el barco que se está hundiendo ni devolvería el marinero ahogado a la esposa e hijos que lloran. Tampoco me serviría de algo la revelación que yo pudiese hacer de los profundos misterios, pues el más insignificante amor a Dios y el más simple acto de obediencia a él son mejores que el conocimiento más profundo. Señor mío, dejo en tus manos lo infinito y te ruego que apartes de mí cualquier afecto por el árbol de la ciencia que pueda privarme del árbol de la vida.

Charles Haddon Spurgeon.

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