Versículo para hoy:

miércoles, 25 de diciembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Aplicaciones prácticas

(1) Para el no creyente

Y ahora, para terminar este importante estudio, quiero dirigirme primero al lector que todavía no se ha entregado al Señor, que todavía no se ha alejado del mundo, que aún no ha escogido la mejor parte y no ha comenzado a seguir a Cristo.

Le pido entonces que aprenda, de este tema, cuáles son los privilegios y consolaciones del verdadero cristiano.

No quiero que juzgue al Señor Jesucristo por su pueblo. El mejor de los siervos puede dar apenas un vislumbre de ese glorioso Maestro. Tampoco quiero que juzgue los privilegios de su reino por la medida de confort que logran muchos de los suyos. ¡Ay, la mayoría somos unas pobres criaturas! Tenemos pocas, muy pocas de las bendiciones que podríamos disfrutar. Pero tenga por seguro que hay cosas seguras en la ciudad de nuestro Dios que aquellos que tienen una esperanza segura ya pueden palpar, aun en esta vida. Hay allí tal abundancia de paz que el corazón no puede concebir. En la casa de nuestro Padre hay tanto pan que hasta sobra, aunque muchos de nosotros comemos muy poco de él y, por ende, seguimos siendo débiles. Pero no culpemos al Maestro: La culpa es toda nuestra.

Y, al final de cuentas, el hijo más débil de Dios cuenta con una mina de consolaciones en su interior, de las cuales usted no puede saber nada. Usted ve los conflictos y los zarandeos de la superficie de su corazón, pero no las perlas de gran precio escondidas en el fondo. El miembro más frágil de Cristo no cambiaría su lugar con usted. El creyente que posee la menor seguridad está mucho mejor que usted. Tiene esperanza, aunque débil, en cambio usted no tiene ninguna. Tiene una porción que nunca le será quitada, un Redentor que nunca le será quitado, un Salvador que nunca lo abandonará, un tesoro que nunca se desvanece a causa de su insuficiente comprensión en el presente. Pero, en cuanto a usted, si muere tal como está, también morirán todas sus expectaciones. ¡Oh, que fuera usted sabio, que comprendiera estas cosas! ¡Oh, que considerara su destino final!

Siento más lástima por usted que nunca en estos últimos días en los que el mundo está llegando a su final. Siento mucha pena por aquellos cuyo todo tesoro está en la tierra y cuyas esperanzas están en este lado de la tumba. ¡Sí!...

        - cuando veo antiguos reinos y dinastías temblando hasta sus cimientos,

        - cuando veo, como vimos todos hace unos años, a reyes y príncipes, a ricos y grandes hombres                 huyendo para salvar sus vidas sin saber dónde esconderse,

        - cuando veo propiedades que dependen de la confianza pública derritiéndose como la nieve en                 primavera, y las acciones de la bolsa de valores y fondos del gobierno perdiendo su valor.

Cuando veo estas cosas, me dan mucha lástima los que no tienen una porción mejor que la que este mundo les puede dar, ni un lugar en el reino que no puede ser arrebatado20.

Recurra a un ministro de Cristo este mismo día. Busque las riquezas que perduran, un tesoro que nadie le puede quitar, una ciudad con cimientos duraderos. Haga lo que hizo el apóstol. Entréguese al Señor Jesucristo y busque aquella corona incorruptible que está preparado para otorgarle. Tome el yugo de Cristo y aprenda de él. Apártese del mundo que nunca lo satisfará y del pecado que le morderá como una serpiente si se aferra a él hasta el final. Venga al Señor Jesús como un humilde pecador y Él lo recibirá, perdonará y le dará su Espíritu renovador, y le llenará de paz. Esto le dará más consolación que la que jamás le ha dado el mundo. Hay un vacío en su vida que nadie, sino la paz de Cristo puede llenar. Venga y comparta nuestros privilegios. Venga con nosotros y siéntese a nuestro lado.

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20 "Son doblemente desafortunados los que no tienen asegurado el cielo ni la tierra, ni lo temporal ni lo eterno". -Thomas Brooks.

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