Las preguntas
2. Pregunto, en segundo lugar, si es sabio restarle tanta importancia, como algunos parecen hacer, comparativamente, a las muchas exhortaciones prácticas a la santidad en el diario vivir que se encuentran en el Sermón del Monte y la última parte de la mayoría de las epístolas de San Pablo. ¿Coincide con lo que dice la Palabra de Dios? Lo dudo.
Que todos los que profesamos ser creyentes en Cristo debiéramos vivir avanzando hacia la meta de alcanzar una consagración personal diaria y de tener comunión con Dios todos los días; que debiéramos esforzarnos por ir al Señor Jesucristo con todo lo que nos es una carga, sea grande o pequeña, y entregársela a él. Todo esto, lo repito, es algo que ningún hijo de Dios bien fundamentado soñaría en disputar. Pero el Nuevo Testamento nos enseña, sin lugar a dudas, que queremos algo más que generalidades con respecto a un vivir santo, algo que a menudo sacuda la conciencia sin ofender. Los detalles e ingredientes, en particular, de los cuales se compone la santidad en el diario vivir, debieran ser presentados plenamente y subrayados por todos los que pretenden manejar el tema. La santidad verdadera no consiste meramente en creer y sentir, sino en hacer y sobrellevar. Nuestra boca, nuestro humor, nuestras pasiones e inclinaciones naturales, nuestra conducta como progenitores e hijos, patrones y siervos, esposos y esposas, gobernantes y gobernados; cómo nos vestimos, cómo empleamos nuestro tiempo, cómo nos comportamos en los negocios, nuestro comportamiento en la enfermedad y en buena salud, en riquezas y en pobreza, todos estos, son temas tratados cabalmente por escritores inspirados.
No se contentan con una declaración generalizada de lo que debemos creer y sentir, y cómo hemos de tener las raíces de la santidad plantadas en nuestro corazón. Profundizan más en el tema. Tratan los pormenores. Especifican en detalle lo que el hombre santo debe hacer y ser en su propia familia y en el seno de su hogar, si permanece en Cristo. Dudo que en la actualidad se enfoque lo suficiente, este tipo de enseñanza. Cuando la gente habla de haber recibido "tal bendición" o de haber encontrado "la vida superior", después de haber escuchado a algún defensor sincero de la "santidad por fe y auto consagración", mientras que sus familiares y amigos no ven ninguna mejora ni un incremento de santidad en su temperamento y conducta cotidiana, se hace un daño inmenso a la causa de Cristo. La verdadera santidad, tenemos que recordar, no consiste meramente de sensaciones e impresiones interiores. Se trata más que de lágrimas, suspiros y un entusiasmo corporal, un pulso acelerado y una pasión por nuestros predicadores favoritos o nuestro propio grupo religioso. No es solamente una pronta disposición a hacerle frente a cualquiera que no coincide con nosotros. En cambio, es más bien algo de "la imagen de Cristo" que puede ser vista y observada por otros en nuestra vida privada, nuestros hábitos, nuestro carácter y nuestras acciones (Ro. 8:29).
No hay comentarios:
Publicar un comentario