Las preguntas
3. Pregunto, en tercer lugar, si es sabio usar un lenguaje impreciso acerca de la perfección y recalcarles a los cristianos que hay un estándar de santidad que se puede obtener en esta vida, pero que las Escrituras no garantizan ni lo muestra la experiencia. Lo dudo.
Ningún lector cuidadoso de su Biblia pensaría negar que los creyentes son exhortados a ir "perfeccionando la santidad en el temor de Dios", a ir "adelante a la perfección" y a perfeccionarse (2 Co. 7:1; He. 6:1; 2 Co. 13:11). Pero todavía no he visto que haya algún pasaje en las Escrituras que enseñe que puede lograrse una perfección literal, una liberación completa y absoluta del pecado, ni en los pensamientos, ni palabras ni hechos, ni tampoco que ningún hijo de Adán lo haya logrado en este mundo. Lo que es posible ver, ocasionalmente en algunos creyentes entre el pueblo de Dios, es una perfección relativa, una perfección en sus conocimientos, una consistencia general en cada relación en la vida y un acierto total en cada punto doctrinal. Pero en cuanto a una perfección absoluta literal, ¡los últimos en decir que la tienen siempre han sido los santos más insignes de cada generación! Al contrario, siempre han tenido el sentido profundo de su propia falta de mérito y de su imperfección. Cuanta más luz espiritual han disfrutado, mejor han visto sus innumerables defectos y faltas. Más gracia han tenido, más han sido revestidos "de humildad" (1 Pe. 5:5).
¿Qué santo mencionado en la Palabra de Dios, de cuya vida se den detalles, ha sido literal y absolutamente perfecto? ¿Cuál de ellos, al escribir de ellos mismos, alguna vez menciona sentirse libre de toda imperfección? Al contrario, hombres como David, San Pablo y San Juan declaran en términos contundentes que sienten debilidad y pecado en su propio corazón. Los hombres más santos de los tiempos modernos se han destacado siempre por su profunda humildad. ¿Hemos visto alguna vez hombres más santos que el martirizado John Bradford, o Hooker, o Usher, o Baxter (1615-1691), o Rutherford (1600-1661), o M'Cheyne (1813-1843)? ¡Aun así, nadie puede leer los escritos y cartas de estos hombres sin ver que se sentían "deudores de la misericordia y la gracia" cada día y que lo último que hubieran hecho es pretender que eran perfectos!
En vista de tales realidades como estas, tengo que protestar contra el lenguaje que se utiliza hoy día en muchos sectores, acerca de la perfección. Tengo que asumir que los que la usan saben muy poco de la naturaleza de pecado, de los atributos de Dios, de sus propios corazones, de la Biblia o del significado de las palabras. Cuando alguien que profesa ser cristiano me dice tranquilamente que ya ha superado la etapa de himnos como "Tal como soy de pecador" y que estos ya no son parte de su experiencia presente, aunque sí se aplicaban a él cuando al principio se había acercado a la fe cristiana, ¡tengo que pensar que su alma está enferma! Cuando alguien puede hablar tranquilamente de "vivir sin pecado" mientras está en el cuerpo y que puede, de hecho, afirmar que "no ha tenido ni un pensamiento malo en tres meses", ¡solo puedo decir que, en mi opinión, es un cristiano muy ignorante! Protesto contra enseñanzas como esta. No sólo no hacen nada de bien, sino que hacen un daño inmenso. Disgustan y enemistan con la fe cristiana a hombres inteligentes de este mundo, que saben qué es incorrecto y qué no es cierto. Deprimen a algunos de los mejores hijos de Dios que sienten que nunca pueden obtener una "perfección" de este tipo. Causa engreimiento en muchos hermanos débiles, que se creen ser algo cuando no son nada. En suma, es un error peligroso.
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