UN LLAMADO A QUE LA IGLESIA GUARDE EL CORAZÓN
7. Mediante la diligencia en el cuidado de nuestros corazones podremos prevenir las ocasiones de escándalos fatales y piedras de tropiezo del mundo.
¡Ay del mundo por los tropiezos! Mantengamos un corazón fiel, y estaremos preparados para cualquier situación o servicio al que seamos llamados.
Este es el único deber que nos prepara para ser útiles en cualquier situación. Con él podemos soportar la prosperidad y la adversidad, podemos negarnos a nosotros mismos, y volvernos a cualquier mundo. Fue de esta manera que Pablo convirtió toda circunstancia en algo bueno, y se hizo a sí mismo tan útil. Cuando predicaba a otros, le proveyó para no ser arrastrado con ellos: él guardaba su corazón, y todo aquello en lo que destacaba parecía tener una conexión cercana con su diligencia a la hora de guardar su corazón.
8. Si el pueblo de Dios guardase sus corazones con diligencia, su compromiso unos con otros sería mucho más provechoso.
Entonces se diría "¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!" Es la comunión que el pueblo de Dios tiene con Padre y con el Hijo la que aviva los deseos de otros a tener comunión junto con ellos.
Si los creyentes se convencieran de pasar más tiempo y tomarse más molestias sobre sus corazones, habría pronto una divina excelencia en su conversación y otros considerarían que estar con ellos no es un privilegio pequeño. Son el orgullo, las pasiones y lo terrenal que hay en nuestros corazones los que han arruinado el compañerismo cristiano.
¿Por qué es que cuando los cristianos se reúnen, con frecuencia están peleando y contendiendo, sino porque sus pasiones no están mortificadas? ¿De dónde vienen las censuras sin misericordia que hacen los cristianos de sus hermanos, si no es de la ignorancia de ellos mismos? ¿Por qué son tan rígidos y tienen tan pocos sentimientos por los que han caído, sino por el hecho de que no sienten sus propias debilidades e inclinaciones a la tentación? ¿Por qué es su conversación tan ligera e infructuosa cuando se reúnen, si no es porque sus corazones son terrenales y vanos?
Pero, si los cristianos estudiasen sus corazones más y los guardasen mejor, la hermosura y gloria de la comunión sería restaurada. No se dividirían más, ni pelearían mas, pararían de censurarse con aspereza. Sus sentimientos serían buenos los unos hacia los otros si cada día se viesen humillados por el sentir de la maldad de su propio corazón.
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