QUINTA CUESTIÓN
Finalmente, ¿Cómo puede el creyente conformarse a la voluntad de Dios cuando ve que grandes problemas y tristezas se ciernen sobre él?
No importa cuán difícil nos parezca, podemos hacer esto por medio de Cristo quien nos fortalece. (Fil.4:13) Pero sin Él nada podemos hacer. Juan 15:5 No dice: “Sin mí pueden hacer muy poco”, sino “sin mí nada podéis hacer”. Pudiera ser que la enfermedad en nosotros o en nuestra familia se vuelva cada vez peor, y temamos que pueda terminar en la muerte; o pudiéramos estar alarmados ante la posibilidad de guerra o la pérdida de todas nuestras comodidades. Siempre estamos dispuestos a decir como la viuda dijo a Elías: “¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?” (1 Rey.17:18) Entonces Satanás se aprovecha de nuestro corazón pecaminoso y hace que nuestros pensamientos sean más perturbadores añadiendo sus propias sugerencias; y no podemos discernir cuáles pensamientos son los nuestros y cuáles son los de él. Nuestra alma se debilita como un hombre que se desvela toda la noche pensando en el difícil viaje del día siguiente, y al día siguiente desmaya a la mitad del camino porque no descansó la noche anterior.
La gran preocupación del creyente debería ser la de aceptar la
voluntad de Dios quietamente y encomendar el resultado de todos sus eventos a Él. En esta forma, David dijo a Sadoc el sacerdote: “Vuelva el arca de Dios
a la ciudad. Si yo hallara gracia ante los ojos de Jehová, Él hará que vuelva,
y me dejará verla y a su tabernáculo. Y si dijere: No me complazco en ti; aquí
estoy, haga de mí lo que bien le pareciere.” (2 Sam.15:25-26)
Esta
es una actitud hermosa y verdaderamente espiritual. Pero el rendir nuestras
voluntades a Dios es difícil. Estaríamos seguros de paz, si solo pudiéramos
conducir nuestros corazones a esto. Nos ayudarán a hacerlo, con la ayuda de
Dios las siguientes sugerencias:
1.
Trate de conseguir un profundo y firme sentido de la gran sabiduría de Dios y
de nuestra propia necedad e ignorancia. “Su entendimiento es infinito.” (Sal.147:5)
“Oh Jehová, muy profundos son tus pensamientos.” (Sal.92:5) ¡Cuán
frecuentemente hemos sido forzados a decir que nuestra opinión estaba
equivocada y que hemos cometido errores! A menudo somos guiados por otras
personas quienes son más sabios y capaces que nosotros tales como doctores y
abogados. Cuánto más deberíamos rendir nuestro humano razonamiento y nuestro
pequeño entendimiento al gran Omnisciente y todo Sabio Dios. No es más que
nuestro orgullo lo que hace que resulte difícil hacer esto.
2.
Considere cuidadosamente la pecaminosidad de traer problemas a sí mismo con
pensamientos ansiosos, como si existiera alguna duda respecto a si la
providencia le haría bien. Estos pensamientos son el resultado del orgullo y la
incredulidad, y son inútiles para beneficiarnos en manera alguna. No podemos
hacer desistir a Dios de sus propósitos; no deberíamos dudar de su bondad.
3.
Vea los ejemplos que hay en la Escritura de aquellos que se rindieron a sí
mismos a la voluntad de Dios mucho más de lo que usted lo ha hecho. Cuando Dios
llamó a Abraham a salir de su país hacia un futuro desconocido, obedeció de
inmediato. Pablo sabía que cuando fue a Jerusalén estaba en gran peligro de
prisión y muerte, pero él y los creyentes que él dejaba atrás pudieron decir: “Hágase
la voluntad del Señor.” (Hech. 21:14) Aún mucho más grande es el ejemplo de
nuestro amado Señor Jesús. Cuando el Padre le dio la copa de sufrimientos en
sus manos en el jardín de Getsemaní, una copa de la gran y terrible ira de
Dios, su gran tristeza le hizo clamar: “Abba, Padre, todas las cosas son
posibles para tú; aparta de mí esta copa.” No obstante, sometiéndose a la
voluntad del Padre dijo: “mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.” (Mar.14:36)
¿Cuál es su situación en comparación con la de Él?
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