"... Y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder...", (1 Corintios 2:4).
Si al predicar las Buenas Nuevas reemplazas la confianza en el poder del Evangelio con tu conocimiento
del camino de la salvación, impides que la gente reciba la verdad. Debes encargarte de que mientras
proclames tu conocimiento acerca del camino de la salvación, tú mismo estés fundamentado y arraigado
en la fe en Dios. Nunca confíes en la claridad de tu exposición, pero al presentarla, asegúrate de que estás
confiando en el Espíritu Santo. Pon tu confianza en la seguridad del poder redentor de Dios, y Él creará su
propia vida en la gente.
Cuando estás arraigado en la verdad, nada te puede sacudir. Si tu fe se basa en las experiencias, cualquier
suceso puede trastornarla. Pero nada podrá jamás trastornar a Dios o a la verdad de la redención.
Fundamenta tu fe en este hecho, y estarás tan eternamente seguro como Dios mismo. Cuando tienes una
relación personal con Jesucristo, nunca más podrás ser desplazado de tu lugar. Ese es el significado de la
santificación. Dios desaprueba los esfuerzos humanos cuando empezamos a aceptar el concepto de que la
santificación es solamente una experiencia y olvidamos que la misma santificación debe ser santificada
(ver Juan 17:19) Debo rendir deliberadamente mi vida santificada a Dios, para que Él la utilice como sus
manos y sus pies.
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