"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu", Romanos 8:16
Cuando nos acercamos a Dios, corremos el peligro de ir con una actitud negociadora para hacer trueques con Él. Queremos el testimonio del Espíritu antes de haber obedecido lo que el Señor nos ordena. Entonces, nos preguntamos: "¿Por qué Dios no se me revela?" No puede. Él quiere hacerlo, pero no puede porque tú se lo estas impidiendo al no rendirte por completo a Él. Tan pronto lo hagas, Dios te dará el testimonio de sí mismo. Él no puede testificarte a ti, pero le da testimonio inmediato a su propia naturaleza cuando ella se encuentra en ti. Si tuvieras el testimonio antes que la realidad, todo terminaría en un estado emocional. Pero cuando actúas fundamentado en la redención y desistes de la impertinente costumbre de discutirle, Él de inmediato te da el testimonio. En cuanto renuncias a tus razonamientos y argumentos, Él da testimonio de lo que ha hecho y tú te asombras de cuán irrespetuoso fuiste al haberlo hecho esperar. Si tienes dudas en cuanto a que Dios te pueda liberar del pecado, permítele que lo haga o dile que no puede. No cites a esta o aquella persona, simplemente obedece a las palabras de Mateo 11:28: "Venid a mí". Ven si estás trabajado y cargado; y pide, si sabes que eres malo (ver Lucas 11:9-13).
El Espíritu de Dios solo da testimonio de la redención de nuestro Señor. No le puede testificar a nuestra razón. Somos propensos a confundir el testimonio del Espíritu con la simplicidad que se origina en las decisiones de nuestro sentido común. Pero el Espíritu solo testifica de la obra de la redención y lo hace únicamente a su propia naturaleza, nunca a la razón. Si estamos tratando de que le dé testimonio a nuestra razón, no es de extrañar que estemos en oscuridad e incertidumbre. Échalo todo por la borda, confía en Él y Él te dará el testimonio del Espíritu.
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