"En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera", Marcos 6:45
Somos propensos a imaginar que si Jesucristo nos exhorta a hacer algo y lo obedecemos, Él nos llevará
hacia un gran triunfo. Nunca deberíamos pensar que nuestros sueños de éxito hacen parte del propósito de
Dios para nosotros. De hecho, su objetivo puede ser exactamente lo contrario. Tenemos la idea de que Él
nos está conduciendo hacia un fin particular, una meta deseada, pero no es así. Llegar a un fin especial es
de poca importancia y alcanzarlo simplemente es un episodio en el camino. Lo que nosotros vemos sólo
como el proceso para alcanzar un fin, Dios lo ve como la meta.
¿Cuál es mi visión de lo que Dios se propone conmigo? Su propósito es que dependa de Él y de su poder
ahora. Si en medio de la tempestad de la vida permanezco tranquilo, fiel y decidido, esa es la finalidad de
su propósito. Él no está obrando para llevarnos hacia una meta particular. Su objetivo es el proceso en sí.
Lo que desea para mí es que lo vea caminar sobre las olas, sin ninguna playa, éxito o meta a la vista sino
con la absoluta certeza de que todo está bien porque lo veo andar sobre el mar (Marcos 6:49). Lo que
glorifica a Dios es el proceso, no el resultado.
El entrenamiento de Dios es para hoy, no para mañana. Su propósito es para este minuto, no para un
tiempo futuro. A nosotros no nos incumbe lo que viene después de nuestra obediencia y estamos
equivocados cuando pensamos en eso. Lo que la gente llama preparación, Dios lo ve como la meta
misma.
El propósito divino es capacitarme para que vea que Él puede caminar sobre las tormentas de mi vida
precisamente ahora. Si tenemos una meta posterior en perspectiva, no le prestaremos la suficiente
atención al presente inmediato. Pero si comprendemos que la obediencia es el fin, entonces cada
momento, venga como venga, será precioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario