"He aquí que viene con las nubes", Apocalipsis 1:7
En la Biblia las nubes siempre están relacionadas con Dios. Las aflicciones, los sufrimientos o las
circunstancias providenciales, dentro o fuera de nuestras vidas, en realidad parecen contradecir su
soberanía. Pero precisamente por medio de esas nubes el Espíritu de Dios nos está enseñando cómo andar
por fe. Si el cielo siempre estuviera despejado, no tendríamos fe... "las nubes son el polvo de sus pies",
Nahum 1:3. Indican que Dios está ahí. ¡Qué revelación saber que el dolor, la aflicción y el sufrimiento
son las nubes que lo acompañan! Sin ellas, Él no se puede acercar a nosotros. Dios no viene en un claro
resplandor.
Es incorrecto decir que Él quiere enseñarnos algo durante nuestras pruebas. Por medio de cada nube que
trae a nuestro camino Él quiere que olvidemos lo aprendido. Su propósito con la nube es simplificar
nuestras creencias hasta que nuestra relación con Él sea exactamente como la de un niño: Sólo Dios y mi
alma. Los demás no son más que sombras. Hasta que las otras personas no se conviertan en sombras,
serán para nosotros nubes y oscuridad de vez en cuando. ¿Mi relación con Dios se está volviendo más
sencilla que antes?
Hay una relación entre las extrañas circunstancias providenciales de Dios y lo que conocemos de Él y
debemos aprender a interpretar los misterios de la vida a la luz de ese conocimiento. Sólo lo conoceremos
cuando podamos ver cara a cara el hecho más oscuro de la vida, sin menoscabar nuestra visión del
carácter de Dios.
"Y...tuvieron temor al entrar en la nube", Lucas 9:34. ¿Hay alguien aparte de Jesús en tu nube? Si es así,
se oscurecerá más. Debes llegar al lugar donde no haya nadie más sino sólo Jesús (ver Marcos 9:7-8).
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