"Cuando Job hubo orado por sus amigos, Jehová le quitó la aflicción; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job", Job 42:10
En el Nuevo Testamento nunca aparece la oración quejumbrosa malsana, centrada en uno mismo, ni el
esfuerzo decidido de que yo quiero estar bien con Dios. El hecho mismo de que esté tratando de estar bien con Dios indica
que me estoy rebelando contra la expiación mediante la cruz de Cristo. Puede que oremos: "Señor, si me contestas,
purificaré mi corazón: andaré rectamente delante de ti, si me ayudas". Pero no puedo, ni podré jamás estar bien con Dios
por mí mismo, no puedo perfeccionar mi vida. Solo puedo lograrlo si acepto la expiación del Señor
Jesucristo como un absoluto regalo. ¿Soy lo bastante humilde para aceptarlo? Debo renunciar a todos mis
derechos y reclamos, parar todo esfuerzo, abandonarme por completo en sus manos, y entonces puedo comenzar a
entregarme al trabajo sacerdotal de la intercesión. Muchas oraciones tienen su origen en una auténtica
incredulidad en la expiación. Jesús no está empezando a salvarnos. Él ya nos salvó por completo. Y,
como se trata de un hecho ya consumado, es un insulto pedirle que realice lo que ya llevó a cabo.
Si no estás recibiendo las cien veces más que prometió Jesús (ver Mateo 19:29), ni obtienes
discernimiento en la Palabra de Dios, entonces empieza a orar por tus amigos. Entra en el ministerio de la
vida interior. Y el Señor restauró el bienestar de Job cuando este oró por sus amigos; Tu
verdadero trabajo al ser una persona salva es la oración intercesora. En cualquier circunstancia que Dios
permita, ora en seguida para que su expiación se haga tan real y clara en la vida de otras personas como
ha sucedido en la tuya. Ora por tus amigos y por aquellos con quienes tienes contacto, ahora.
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