"Nosotros somos colaboradores de Dios", 1 Corintios 3:9
Ten cuidado con cualquier trabajo que realices para Dios, que te lleve a dejar de concentrarte en Él.
Muchos obreros cristianos adoran su trabajo, pero el único interés de un obrero debería ser concentrarse
en Dios. Esto significa que cualquier otro límite de nuestra vida diferente a éste, ya sea mental, moral o
espiritual, será un límite completamente libre, con la libertad que Dios le da a sus hijos - los hijos que lo
adoran a Él, no los rebeldes. Un obrero que carece de este rasgo predominante y solemne de
concentración en Dios corre el peligro de que su obra se convierta en una carga. Es esclavo de sus propios
límites y al cuerpo, la mente y el espíritu no les queda un espacio de libertad. En consecuencia, queda
consumido y aplastado, y no es libre ni tiene gozo en la vida. Sus nervios, mente y corazón se encuentran
tan agobiados que la bendición de Dios no puede reposar sobre Él. Pero, el caso opuesto es igualmente
cierto. Una vez que estamos concentrados en Dios, todos los límites de mi vida son libres y están
dominados únicamente por Él. Ya no hay ninguna responsabilidad sobre ti por causa del trabajo. Tu única
responsabilidad es la de mantenerte en un contacto vivo y permanente con Dios, y la de cuidar que nada
estorbe tu cooperación con Él. La libertad que experimentaste después de la santificación es la libertad de
un hijo, y lo que sujetaba tu vida desaparece. Pero ten cuidado de recordar que has sido libertado con el
único propósito de estar absolutamente consagrado a Aquel que es tu compañero de trabajo.
No tenemos ningún derecho a decidir cuál es el lugar donde Dios nos debe colocar, o a tener ideas
preconcebidas con respecto a aquello para lo cual Él nos está preparando. Dios está a cargo de todo.
Dondequiera que nos ubique, nuestro único objetivo debe ser derramar nuestras vidas con una devoción
incondicional a Él en aquella obra en particular. "Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus
fuerzas", Eclesiastés 9:10.
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