El pueblo reconoció la necesidad de ofrendas y sacrificios. La historia de Israel revela claramente que la nación enfatizó el derramamiento de sangre de animales y la ofrenda de sus cosechas y su grano a Dios. Haciendo esto no se les permitió que se olvidasen jamás del precio de la redención. Dios está enseñando a Su pueblo que su problema con el pecado en el interior es de un carácter tan grave que no se puede resolver sencillamente instruyendo a la mente; solamente la muerte puede curarlo. Estas ofrendas sangrientas prepararon el camino para la muerte de Jesús e incluso para que nos acordemos de esta muerte a la mesa del Señor. Nosotros deberíamos meditar en esto todos los días. No deberíamos permitirnos olvidar el precio de nuestra redención. Fue preciso todo lo que tenía Dios para abrir la puerta para que nosotros podamos regresar a Él. Como lo expresó Pedro: “pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19). Íntimamente relacionada con la ofrenda de la sangre estaba la promesa de estas personas de traer los primeros frutos de sus cosechas, de sus manadas y rebaños e incluso sus hijos a Dios. Lo que estaban haciendo era reconocer la propiedad y los derechos de Dios en sus vidas. Una verdad correspondiente para nosotros hoy es: “no sois vuestros, pues habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:19b-20a). Nosotros le pertenecemos a Dios; no somos dueños de nosotros mismos. El mundo dice: “Os pertenecéis a vosotros mismos. Si está usted embarazada y no quiere usted el bebé, puede matarlo porque tiene usted derecho a hacer lo que le plazca con su propio cuerpo”. Pero la Biblia dice: “No tenéis derecho a hacer cualquier cosa que os complazca con el cuerpo que Dios os ha dado”. Esto es verdad también en otros aspectos de la vida. No nos pertenecemos a nosotros mismos y no tenemos derecho alguno a determinar lo que vamos a hacer con nuestras vidas, o incluso con quién nos vamos a casar, aparte de las limitaciones de Dios. Nos han sido concedidas ciertas decisiones, pero no todas ellas. Uno de los aspectos importantes de convertirnos en cristianos es reconocer los derechos de Dios y vivir nuestras vidas dentro de los límites que Él establezca. Esto es lo que este gran pasaje nos enseña. Es el medio mediante el cual Israel reconoció con frecuencia y continuamente que sus vidas no les pertenecían. También ellos habían sido “comprados por precio”. Le pertenecían a Dios, que tiene el derecho a dirigir sus asuntos y a tomar las decisiones por ellos.
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Aplicación a la vida |
¿Podemos nosotros sacrificar a diario y con gozo nuestra voluntad por Su voluntad? ¿Reflejan todas nuestras opciones los derechos de propiedad del Señor Jesús, que nos compró a un costo infinito? |
Versículo para hoy:
sábado, 21 de agosto de 2021
21 de agosto - La necesidad de un sacrificio - Ray Stedman
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