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En la frase “si nuestro corazón nos
reprende” el apóstol Juan está reconociendo que el problema con el que nos
enfrentamos es el de un corazón que nos reprende o condena. Él sugiere aquí,
por medio de esta frase, que esta es una experiencia bastante frecuente y
generalmente involuntaria por nuestra parte. ¿Quién de nosotros como
cristianos no ha tenido problemas con una mala conciencia o un corazón que
nos condena? Hay problemas físicos que nos afectan espiritualmente, pero con
demasiada frecuencia este es el resultado de un ataque del maligno a nuestra
fe, un esfuerzo por intentar apartarnos de la fe en Jesucristo, anulando
nuestra efectividad como cristianos, y con demasiada frecuencia este ataque
tiene éxito. Tal vez no haya un problema más
corriente que este: los cristianos que padecen por tener una mala conciencia
y un corazón que les condena. Algunas veces somos víctimas de estos ataques
cuando nos hallamos sumidos en el más intenso estado de ánimo espiritual, que
se apodera de nosotros cuando menos lo esperamos. ¿Cuál es el remedio? Fíjese usted
en lo que dice Juan: “conocemos que somos de la verdad”. Eso es lo esencial:
debemos de restablecer el importante hecho que es nuestra relación con
Cristo. Debemos animarnos a nosotros mismos a creer y asegurarnos de que
hemos sido verdaderamente justificados por la fe, que nos hallamos ante la
presencia de Dios, no gracias a nuestra propia justicia, sino por la justicia
del Hijo de Dios, que hace posible que seamos aceptados en el Amado, haciendo
que estemos “en Cristo” porque, como nos dice Pablo en Romanos 8: “Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (v.1). Si hemos de
silenciar las dudas en nuestros corazones, es preciso que sepamos que “somos
de la verdad”. ¿Cómo puede usted lograrlo? Fíjese
usted en su argumento aquí: “En esto conocemos que somos de la verdad”.
Debemos saber que pertenecemos a la verdad a fin de poder asegurar a nuestro
corazón cuando nos condena, y ¿cómo lo logramos? ¡Haciendo esto! Lo que hemos
mencionado en el versículo 18: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de
lengua, sino de hecho y en verdad”. Por medio de esto aseguraremos a nuestros
corazones con el conocimiento de que estamos en la verdad. Aquí se está
refiriendo a un acto de amor, es decir, de manera deliberada, y con una
intención concreta se realiza un acto amable y de ayuda, o se pronuncia una
palabra de amor a la persona que nos ha herido o ha sido el motivo de que nos
veamos sumidos en este atolladero de condenación. En otras palabras:
“Devolved bien por mal”. Usted no tiene que esperar hasta
verse obligado a ser amable con alguien, así que hágalo deliberadamente.
Propóngase la labor de encontrar a personas que están necesitadas y ayúdelas.
“No amemos por medio de palabras y de lo que decimos, sino por medio de
acciones y de la verdad”. Ha sido un gozo ver cuántas veces estas palabras
han demostrado ser ciertas. Ha habido personas que han descubierto que una
gran parte de la soledad y el vacío que sentían en sus vidas eran
sencillamente el resultado de haberse apartado de los demás y de sus
necesidades. Tan pronto como empezaron a ocuparse de la vida de otra persona,
descubrieron que existía un maravilloso sentido de confianza y un despertar
que acompañaban al espíritu de gozo en sus propios corazones. Señor, concédenos poder encontrar a
las personas solitarias y afligidas para que las animemos, compartiendo con
ellas algo de nosotros mismos para que podamos, de esta manera, expresar esta
clase de amor. Haciéndolo sabremos que andamos en la verdad. |
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Aplicación a la vida |
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Cuando nos sentimos solos, tenemos
una conciencia culpable o nuestros corazones se sienten dominados por la
condena, ¿cómo aprovechamos el gozo y el poder de sanidad de Su presencia? |
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Versículo para hoy:
sábado, 23 de mayo de 2020
21 de mayo - El tranquilizante del cristiano - Ray Stedman
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