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Parte de la razón por la que muchas
personas encuentran el cristianismo aburrido es debido a que no están
experimentando la clase de vida cristiana que se describe en este pasaje. No
están participando en esta clase de relación, en la que cada día pueden
experimentar la gloriosa aventura de ver cómo obra el Dios viviente,
contestando a la oración y dándoles las cosas que han pedido. Pero en este
pasaje tenemos una imagen preciosa de la vida normal del cristiano. Todo ello
se basa en la oración, porque la oración es la actividad relacional más
fundamental que puede experimentar el cristiano. La oración es la expresión
de dependencia en un Dios de amor, y toda la vida cristiana debe
caracterizarse por una actitud continua y un espíritu de oración. Fíjese usted en los indicios de la
verdadera oración que destaca Juan en este pasaje. Primero, está el espíritu
de oración. “Confianza tenemos en Dios” (y la palabra es literalmente atrevimiento)
ante Dios. Si tiene usted atrevimiento ante alguien, eso implica que tiene
usted una relación íntima con esa persona, que tiene usted el claro derecho a
venir ante la presencia de esa persona. No existe temor alguno ni censura,
sino un buen entendimiento entre usted y esa otra persona. Por lo tanto, el
tener confianza, o atrevimiento, ante Dios implica que tiene usted una
comprensión clara de su derecho a venir ante Él. La oración debe ser el resultado de
dicha comprensión en lo que se refiere a la verdad que ha declarado Dios en
Su Palabra, de modo que no tenemos motivo para cuestionar nuestro derecho a
acudir a Él. No lo hacemos por nuestro propio mérito o la posición que
ocupamos ante Él, porque sabemos que ese no es el fundamento adecuado.
Acudimos ante Él por Su mérito y venimos “en Su nombre”, por lo que podemos
hacerlo con atrevimiento. Fíjese usted además en el propósito
de la oración. “Confianza tenemos en Dios; y… recibiremos de él” Para eso es
precisamente la oración. Es para que usted y yo estemos en situación de
recibir la gracia de Dios. Dios es un Dios que da, y se deleita en hacerlo.
Él posee todos los recursos de un universo superabundante del cual darnos con
generosidad. Usted conoce las imágenes de que se valen las Escrituras con el
propósito de dejar claro ante nosotros la plenitud de las riquezas de Dios.
Pablo dice, escribiendo a los corintios: “Ya conocéis la gracia de nuestro
Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Este es el
propósito de Dios, hacer que seamos ricos, aunque no siempre en el sentido
material, porque no es en ese aspecto en el que se encuentran las verdaderas
riquezas. Muchos millonarios darían hasta el último centavo de su dinero si
pudiesen tener un poco de paz en su corazón o si pudiesen sentir gozo en su
espíritu. Pero Dios se deleita en derramar las verdaderas riquezas en la vida
humana. Las riquezas de la vida abundante son precisamente lo que vino a
darnos Cristo. No hay nada más emocionante que ver a un Dios invisible hacer
en su vida cosas visibles que solamente Él puede hacer, supliendo sus
necesidades, satisfaciendo su corazón, haciendo lo que usted nunca
pudo hacer. Si nos vemos sumidos en la pobreza, es solo nuestra propia culpa,
porque Dios ha diseñado un maravilloso proceso mediante el cual podemos
recibir de Él. Ese es el propósito de la oración. Padre, te doy gracias por la
maravillosa provisión que me espera para que la pueda recibir cada día por
medio de la oración. Ayúdame a tener la fe sencilla para acudir ante Ti
atrevidamente en oración, sabiendo que a Ti te complace dar a Tus hijos. |
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Aplicación a la vida |
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Nada hay que sea más aburrido que
el cristianismo sin Cristo. Una relación íntima se encuentra inmersa en la
comunicación. ¿Está nuestra oración diaria libre y fluida o es sencillamente
algo que formulamos? |
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Versículo para hoy:
sábado, 23 de mayo de 2020
22 de mayo - El poder de la oración - Ray Stedman
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