Versículo para hoy:

sábado, 23 de mayo de 2020

22 de mayo - El poder de la oración - Ray Stedman

Orando las manos de un hombre sobre la biblia abierta en la cama blanca Foto Premium

 

Parte de la razón por la que muchas personas encuentran el cristianismo aburrido es debido a que no están experimentando la clase de vida cristiana que se describe en este pasaje. No están participando en esta clase de relación, en la que cada día pueden experimentar la gloriosa aventura de ver cómo obra el Dios viviente, contestando a la oración y dándoles las cosas que han pedido. Pero en este pasaje tenemos una imagen preciosa de la vida normal del cristiano. Todo ello se basa en la oración, porque la oración es la actividad relacional más fundamental que puede experimentar el cristiano. La oración es la expresión de dependencia en un Dios de amor, y toda la vida cristiana debe caracterizarse por una actitud continua y un espíritu de oración.

Fíjese usted en los indicios de la verdadera oración que destaca Juan en este pasaje. Primero, está el espíritu de oración. “Confianza tenemos en Dios” (y la palabra es literalmente atrevimiento) ante Dios. Si tiene usted atrevimiento ante alguien, eso implica que tiene usted una relación íntima con esa persona, que tiene usted el claro derecho a venir ante la presencia de esa persona. No existe temor alguno ni censura, sino un buen entendimiento entre usted y esa otra persona. Por lo tanto, el tener confianza, o atrevimiento, ante Dios implica que tiene usted una comprensión clara de su derecho a venir ante Él.

La oración debe ser el resultado de dicha comprensión en lo que se refiere a la verdad que ha declarado Dios en Su Palabra, de modo que no tenemos motivo para cuestionar nuestro derecho a acudir a Él. No lo hacemos por nuestro propio mérito o la posición que ocupamos ante Él, porque sabemos que ese no es el fundamento adecuado. Acudimos ante Él por Su mérito y venimos “en Su nombre”, por lo que podemos hacerlo con atrevimiento.

Fíjese usted además en el propósito de la oración. “Confianza tenemos en Dios; y… recibiremos de él” Para eso es precisamente la oración. Es para que usted y yo estemos en situación de recibir la gracia de Dios. Dios es un Dios que da, y se deleita en hacerlo. Él posee todos los recursos de un universo superabundante del cual darnos con generosidad. Usted conoce las imágenes de que se valen las Escrituras con el propósito de dejar claro ante nosotros la plenitud de las riquezas de Dios. Pablo dice, escribiendo a los corintios: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Este es el propósito de Dios, hacer que seamos ricos, aunque no siempre en el sentido material, porque no es en ese aspecto en el que se encuentran las verdaderas riquezas. Muchos millonarios darían hasta el último centavo de su dinero si pudiesen tener un poco de paz en su corazón o si pudiesen sentir gozo en su espíritu. Pero Dios se deleita en derramar las verdaderas riquezas en la vida humana. Las riquezas de la vida abundante son precisamente lo que vino a darnos Cristo. No hay nada más emocionante que ver a un Dios invisible hacer en su vida cosas visibles que solamente Él puede hacer, supliendo sus necesidades, satisfaciendo su corazón, haciendo lo que usted nunca pudo hacer. Si nos vemos sumidos en la pobreza, es solo nuestra propia culpa, porque Dios ha diseñado un maravilloso proceso mediante el cual podemos recibir de Él. Ese es el propósito de la oración.

Padre, te doy gracias por la maravillosa provisión que me espera para que la pueda recibir cada día por medio de la oración. Ayúdame a tener la fe sencilla para acudir ante Ti atrevidamente en oración, sabiendo que a Ti te complace dar a Tus hijos.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

Nada hay que sea más aburrido que el cristianismo sin Cristo. Una relación íntima se encuentra inmersa en la comunicación. ¿Está nuestra oración diaria libre y fluida o es sencillamente algo que formulamos?

 



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