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El contraste aquí se encuentra
entre el conocimiento de Jesús y la incredulidad ignorante de Judas. Jesús
sabía por las Escrituras que uno entre aquellos que tenían una comunión
íntima con Él le traicionaría, y supo desde el principio cuál de ellos sería.
Pero Judas no lo sabía. Judas estaba siguiendo de manera ignorante la
avaricia de su propio corazón y estaba oponiéndose a cada uno de los
esfuerzos de Jesús por alcanzarle. En ese momento se encontraba al borde de
ese acto final del rechazo que haría que se cayese por el precipicio para
hallarse en un desastre total y espantoso. Usted encontrará esto descrito en
el próximo párrafo: cómo tomó él lo que había sido empapado de la mano de
Jesús y esa fue la última oportunidad que tuvo. Cuando lo hizo, Satanás entró
en él y Judas dejó de ser dueño de sí mismo. Pero Jesús indica que Él
entiende lo que va a suceder. Él dice: “Os digo esto antes de que suceda,
para que cuando pase sepáis que yo soy aquel que describen las Escrituras”.
Por otro lado, Judas no sabía lo que le estaba sucediendo o cómo había caído
en la trampa de Satanás y en esos momentos se hallaba al borde del desastre.
Usted verá cómo estas dos cosas son opuestas la una a la otra. Jesús se
sacrificó a sí mismo a fin de salvar a Sus discípulos; Judas sacrificó a
Jesús con la intención de salvarse a sí mismo. Estas dos filosofías dominan
el mundo actual. En la apelación final, Jesús dirige
una palabra a los que adoptan estas dos clases de actitudes básicas: “De
cierto, de cierto os digo: El que reciba al que yo envíe, me recibe a mí”.
Esta es una palabra para nosotros, para que cuando venga alguien a lavarnos
los pies, para ayudarnos con algún problema de pecado en nuestra vida,
debemos de recordar que esta persona ha sido enviada por Jesús. Por lo tanto,
es Él quien está ofreciéndose a lavarnos los pies, y no debemos mostrarnos
resentidos por este ministerio realizado por otros. Pero debemos recordar lo
que dice Jesús: “El que reciba al que yo envíe, me recibe a mí”. La última palabra fue dirigida a
Judas: “el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Es decir, recibe a
Dios el Padre. Y no hay ninguna otra manera de llegar al Padre más que por
medio de Jesús. Esta es la verdad que declara Jesús una y otra vez y es la
gran verdad que Judas intentó eludir. Intentó vivir su vida delante de Dios
sin relacionarse para nada con el ministerio y la salvación ofrecida por
Jesús. Fue tropezándose a ciegas, sin darse cuenta de que se estaba
enfrentando con la crisis más importante de su vida y que solo Jesús podía
llevarle a Dios. Esta fue la medida final para alcanzar a Judas antes de que
fuese demasiado tarde, y Judas le rechazó, como los posteriores
acontecimientos mostrarán. Pero la gran verdad que deja Jesús ante nosotros
es esta: No hay ninguna otra manera. Señor, en Tu manera infalible te
esforzaste por alcanzar a Judas, mostrándole que Tú eres el único camino.
Ayúdame a recibir tanto a Ti como al que Tú me envíes a mí, extendiendo Tu
mano para restaurar mi comunión contigo. |
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Aplicación a la vida |
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¿Cómo recibimos a las personas
piadosas que nos enfrentan con amor acerca de problemas de pecado en nuestra
vida? ¿Cambia nuestro enfoque a juzgarlas a ellas, a nuestra justicia, o a
las palabras del Señor? |
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Versículo para hoy:
lunes, 6 de julio de 2020
6 de julio - Ninguna otra manera - Ray Stedman
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