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El leer esto: “Obedecedme y me
amaréis”, produce un cristianismo mecánico y árido sin calor ni gozo o gloria
alguna. Pero lo que Jesús dice es: “Si me amáis, me obedeceréis”. Esto es
algo fácil de hacer; no es difícil. Fíjese usted en que no dice: “Si me
amáis, tendréis que guardar mis mandamientos”. No, es causa y efecto: “Si me
amáis, el resultado será que guardaréis mis mandamientos”. Ese es el secreto
de todo comportamiento apropiado en la experiencia cristiana. La prueba de
nuestro amor es la obediencia. Si se requiere el amor para
obedecer, ¿qué es lo que produce el amor? Esa es la cuestión. Si ve usted a
un cristiano desobedeciendo a Cristo o si se siente usted tentado a
desobedecer, ¿qué es lo que hará que usted se dé la vuelta y hará que
obedezca usted? Es el amor, y ¿cómo produce usted el amor? ¿Qué es lo que
hará que le ame usted? Eso es lo que une el versículo 20 con el 21. Es ese
secreto básico de nuestra identidad que crea el amor: el Espíritu en
nosotros, liberando en nosotros el amor de Jesús y despertando al mismo
tiempo nuestro amor hacia Él. Recuerde usted cómo lo expresa Juan
en su primera epístola: “Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero”
(1 Juan 4:19). El recordar esto despierta el amor, o, como lo expresa Pablo
en Romanos 5: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos fue dado” (v. 5). Por lo tanto, la manera de producir
amor es recordar quién es usted, a quién le pertenece usted y quién es Él, Su
muerte, Su resurrección y Su unidad con usted, el hecho de que Él mora en su
vida. No puede recordarse usted esto sin experimentar un sentimiento renovado
de Su amor y sentir gratitud hacia Él por ser quien es y lo que Él ha hecho
en su vida. Cuando ese amor empiece a fluir, entonces usted se sentirá
motivado a obedecer. Mucha de la mitología del mundo
antiguo se basaba en la verdad bíblica, y algunas de nuestras fábulas
modernas también reflejan esta verdad. Por ejemplo, nadie esperó jamás nada
fuera de lo normal de Clark Kent, ese reportero periodista de carácter
afable. Pero siempre que había una demanda de acción muy por encima de la
habilidad de los meros humanos, siempre entraba en la cabina telefónica más
cercana, se quitaba su traje de negocios conservador y salía, completo con
sus músculos desarrollados y su traje espectacular, como Superman, pudiendo
hacer lo que de otro modo no hubiese podido hacer. Eso es exactamente lo que nos está
enseñando la Palabra de Dios. Nosotros tenemos necesidad de introducirnos en
la “cabina telefónica” de nuestra identidad con Cristo, para recordarnos a
nosotros mismos quiénes somos, a quién le pertenecemos y quién está en
nosotros, e inmediatamente hallaremos el amor, la motivación y el poder que
está disponible para nosotros. Entonces podremos hacer lo que de otro modo no
podríamos hacer. Esto es lo que está enseñando nuestro Señor a Sus discípulos
en este momento: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Señor, enséñame a retirarme a ese
lugar en el que puedo renovar mi mente con las cualidades de mi identidad en
Cristo, sabiendo que soy amado con un amor eterno, lleno de Tu Espíritu y
pudiendo obedecer por el poder que obra en mí. |
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Aplicación a la vida |
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Si es preciso amar para obedecer,
¿qué es lo que produce el amor? ¿Por qué está nuestra identidad en Cristo tan
íntimamente relacionada con encontrar el amor y poner en práctica su poder? |
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Versículo para hoy:
martes, 21 de julio de 2020
16 de julio - ¿Qué se requiere para obedecer? - Ray Stedman
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