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Esta es una de las más
sorprendentes promesas en las Escrituras. Fíjese usted el motivo que menciona
Jesús respecto a estas grandes obras. Es porque Él va al Padre, y cuando va
al Padre, enviará al Espíritu. Dice más adelante: “Os conviene que yo me
vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros” (Juan 16:7).
Aquí se está refiriendo a la venida del Espíritu. Al entrar el Espíritu de
Dios en los corazones humanos y morar en ellos, sucederán estas cosas. El
Espíritu está liberando en nosotros la vida de Jesús, de manera que sigue
siendo Jesús el que está realizando estas cosas. Algunas personas leen este pasaje y
creen que nosotros, que somos seres humanos corrientes, somos de alguna
manera tan capaces que podemos de hecho hacer cosas más grandes de las que
hizo el Hijo de Dios mismo cuando estuvo en la carne. Pero lo que está
diciendo en realidad aquí es que como el Señor resucitado, que vive en
nosotros por medio del Espíritu, Él hará más grandes cosas por medio de
nosotros de las que Él hizo cuando estuvo aquí en los días de Su carne. Jesús continúa diciendo de
inmediato: “Y mayores obras que estas haréis vosotros”. ¿Qué obras son estas?
Evidentemente no pueden ser milagros más grandes. ¿Se le ocurre a usted algo
superior a abrirle los ojos a aquellas personas que han nacido ciegas, o
decir una palabra haciendo que un hombre cojo pueda andar o levantar a los
muertos? Claro que no. En ese caso, ¿cuáles son las obras mayores? La única
respuesta que tiene sentido alguno es que son mayores en lo que se refiere a
su significado e importancia. Son logros espirituales más bien que físicos.
Cualquier cosa que se realice en cuanto al espíritu de la persona es mucho
más significativo que algo realizado en lo que se refiere al cuerpo. Cuando lea usted el relato acerca
del ministerio de Jesús, fíjese en que las multitudes le seguían cuando
realizaba esas maravillas tan sorprendentes y ciudades enteras salían para
escuchar Su mensaje, pero cuando llegamos al final de Su vida, ¿dónde están
todas las multitudes? ¿Dónde están los cientos de personas a las que había
sanado? Han desaparecido. Solo un puñado está al pie de la cruz. Sus milagros
no cambiaron a las personas, sencillamente tocaron la superficie de sus
vidas. Pero más adelante Jesús les dice a
Sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a
vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto
permanezca” (Juan 15:16). ¿No es interesante que aquellos a los que Jesús
sanó no estuviesen con Él durante la prueba de la cruz, pero que cuando estos
discípulos saliesen y predicasen con el poder del Espíritu, ganasen miles de
convertidos, y cuando vinieron las pruebas, estos hombres y mujeres
estuviesen dispuestos a enfrentarse con leones, a ser destrozados sobre
potros de tortura y a ser quemados como antorchas vivas en lugar de negar a
Jesús? Estos son los más grandes milagros.
Cualquier cosa hecha en relación con el espíritu de la persona es permanente,
pero lo que se hace en relación con la carne es sencillamente temporal. Todos
aquellos a los que Jesús sanó o levantó de los muertos murieron de nuevo. De
manera que lo que se hace al espíritu de una persona es mucho más grande, y
esto es lo que quiere decir Jesús por “mayores obras”. Gracias por los milagros que Tú
estás haciendo en mí y por medio de mí. ¡Tú puedes cambiar mi corazón, oh
Señor! Solo Tú puedes hacer que yo sea como Jesús. |
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Aplicación a la vida |
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¿De qué modo podemos nosotros
ejercer nuestra influencia sobre el ámbito espiritual aquí en la tierra? ¿Es
nuestra fe el centro de esta vida y la base de nuestros deseos? |
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Versículo para hoy:
lunes, 13 de julio de 2020
13 de julio - Las más grandes obras - Ray Stedman
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