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Al mirar nuestro Señor a estos
hombres, supo lo que estaba en sus mentes y en sus corazones, lo alterados y
turbados que estaban y lo que estaba causando su inquietud, pero también
sabía cual era el remedio para su ansiedad. Tal vez haya muchos de nosotros
que padezcamos la misma aflicción que estos discípulos, con sus corazones
turbados y temerosos, alterados, inquietos y agitados por causa de las
circunstancias. Nuestro Señor sabía que estos hombres estaban asustados por
lo que iba a suceder. Le temían a la muerte, temían a que ellos, juntamente
con Él, fuesen ejecutados por los judíos. Estaban enterados de la oposición
que había surgido en contra de ellos en Jerusalén. Sabían que estaban en peligro,
de modo que sus corazones estaban profundamente inquietos al reunirse aquí
con Él. Pero más que ese peligro físico
para sí mismos, eran conscientes de las palabras de Jesús acerca de dejarles.
Esto había hecho que sintiesen terror en sus corazones. Temían que, a pesar
de que pudiesen sobrevivir, tendrían que continuar viviendo sin Él, y eso era
algo que les resultaba insoportable. Podían soportar morir con Él, pero no
podían soportar vivir o morir sin Él. De modo que, al reunirse Él con ellos,
Él les dice estas palabras: “No se turbe vuestro corazón”. En una ocasión cuando yo estaba
pasando por un periodo de esta clase de “dolor de corazón” yo mismo, pensé en
estas palabras, y me llegaron hasta el fondo con un significado tremendamente
nuevo. Vi algo en esta sencilla frase: “No se turbe vuestro corazón” que
nunca había visto con anterioridad. Lo que me impresionó fueron las palabras
(en inglés): “Do not let”, que quieren decir que estos discípulos
podían hacer algo acerca de su problema. Tenían en sus propias manos la clave
de su liberación de la turbación que sentían en sus corazones. Era posible
para ellos o bien permitir que sucediese o no permitirlo. Nuestro Señor nos
está diciendo esto a todos nosotros. Hay un camino para liberarse de esa
turbación, esa angustia y temor, tanto en lo que se refiere a la muerte como
a la vida, y nuestro Señor les ofrece la solución. El remedio para esta turbación
aparece en dos frases a continuación: “creéis en Dios, creed también en mí”.
Confíe usted en Dios que todavía tiene el control, que sabe lo que está
haciendo, que es capaz de manifestar Su infinita sabiduría, Su infinito poder
y Su infinito amor. Y “confíe también en mí”, dijo Jesús, que es el medio por
el cual toda esta sabiduría, recursos y poder de Dios están a nuestro
alcance. Ese es el secreto. Padre, te doy gracias por esta
confianza al enfrentarme con lo desconocido. “No se turbe vuestro corazón...
vendré otra vez”. Ayúdame a vivir sobre esta base hoy y a demostrar la clase
de calidad de vida que Él tuvo. |
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Aplicación a la vida |
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Con frecuencia nuestros corazones
se sienten atormentados por causa de nuestras circunstancias. ¿Podemos
nosotros decidir no sentirnos atormentados? |
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Versículo para hoy:
viernes, 10 de julio de 2020
10 de julio - La cura para los corazones angustiados - Ray Stedman
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