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El relato ha guardado silencio
acerca de la reacción emocional de Abraham aquí, pero con solo ponernos en su
lugar podemos sentir lo que él sintió, cómo debió de tener el corazón
destrozado, cómo evita decirle a Isaac la espantosa verdad hasta el último
momento posible, cómo seguramente estaría temblando en su interior cuando
Isaac le hizo la pregunta: “¿Dónde está el cordero?” Sabemos que no existe
una respuesta real a la pregunta hecha por Isaac hasta que no pasamos por los
siglos que median y escuchamos en el Nuevo Testamento a Juan el Bautista ante
el pueblo de Israel diciendo: “¡Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo!” (Juan 1:29). ¿Dónde encontraría la fuerza este
padre espantosamente dolorido para seguir adelante con esa tarea tan
espantosa? La respuesta se encuentra aquí en una breve frase del versículo 5:
“Esperad aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y
volveremos a vosotros”. Abraham no está intentando engañar a estos hombres,
pero en alguna parte en las tranquilas meditaciones de aquella espantosa
noche, cuando la palabra le llegó por primera vez, tendría la conciencia de
que Dios podía hacer algo para levantar a este niño de los muertos, y Abraham
creía en la resurrección. Ahí es donde encontró la paz para seguir el
mandamiento dado por Dios. En las luchas de aquella noche, comenzó a razonar
y a contar con Dios. Debió pensar algo parecido a
esto: “Dios me ha dado promesas y yo he vivido con Dios lo suficiente como
para saber que, cuando Dios hace una promesa, la cumple. Dios ha dicho que en
mi hijo Isaac todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Isaac es
necesario para el cumplimiento de la promesa. No puede ser ningún otro; ha
dicho que este niño será aquel en quien se cumplirá la promesa. Entonces, si
Dios me ha pedido ahora que le entregue como sacrificio, hay una explicación,
y es que Dios tiene la intención de levantarle de los muertos”. Abraham nunca había tenido, como lo
hemos tenido nosotros hoy, la experiencia o la constancia de que nadie
hubiese resucitado de los muertos. A pesar de lo cual su fe es tan firme en
el carácter de Dios que llega a la realización de la resurrección. Esto se
confirma en Hebreos 11: “Por la fe Abraham... ofreció a Isaac… porque pensaba
que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (11:17, 19a).
Abraham arriesgó todo lo que le pertenecía y amaba sobre el carácter de Dios,
y halló que Él era un Dios de resurrección. Debido a este maravilloso triunfo
en su vida, Abraham llama a aquel lugar “Jehová proveerá”. Y basándose en
este milagro surgió un pequeño dicho en Israel, un proverbio: “En el monte de
Jehová será provisto”. La manera de actuar de Dios con las personas es tal que
da la impresión de que la liberación no llega nunca; es como si la liberación
no se cumpliese jamás. Pero si sigue usted adelante, cuando llegue usted al
monte, habrá provisión. Las decepciones de las personas son las citas de
Dios, porque para Dios no es nunca demasiado tarde. Aunque Abraham se hubiese
visto obligado a seguir adelante con aquel sangriento encargo hasta su fin,
su corazón de padre reposó en la tranquila paz, porque sabía que Dios
levantaría a su hijo de los muertos. Dios, te doy gracias porque, sea lo
que sea que Tú me llamas a poner en el altar en obediencia a Ti, Tú siempre
sabes lo que es mejor y Tú tienes siempre un plan. |
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Aplicación a la vida |
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Nuestro mundo está lleno de
corrupción y sufrimiento que dan la impresión de asegurar el triunfo del
maligno. ¿Vemos todo esto a través de la lente del carácter de Dios y Su
poder soberano? |
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Versículo para hoy:
miércoles, 24 de junio de 2020
24 de junio - La prueba más dura de la vida - Ray Stedman
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