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Este versículo no dice: “El Señor
siguió su camino cuando Abraham acabó de hablarle”. Dice: “Cuando acabó de
hablar a Abraham”. En otras palabras, Abraham no acabó aquí, sino que fue
Dios el que lo hizo. El versículo sugiere que Dios inició toda esta conversación
con Abraham y le guió durante la misma y, cuando hubo contestado en su
totalidad como deseaba Dios, Éste terminó el diálogo y siguió Su camino. De
modo que Abraham no le estaba pidiendo a Dios que hiciese algo por él; fue
Dios que oró por dentro de Abraham y puso límite a la conversación. Esto concuerda en su totalidad con
lo que hemos leído en el Nuevo Testamento acerca de la oración. En Romanos
Pablo dice: “Qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos” (Romanos
8:26b). ¿Sabe usted qué pedir en oración acerca de sí mismo o de otra
persona? No, no lo sabe usted. “Pero”, dice, “el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe
cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios
intercede por los santos” (Romanos 8:26c-27). Evidentemente, al hablar sobre la
oración nos encontramos en lo que es el borde del misterio, pero en medio de
las brumas, hay ciertas cosas que están claras en este relato de la oración
de Abraham: Para empezar, la oración hace posible el gozo del compañerismo.
¿Ha visto usted alguna vez a un niño pequeño entrar en la casa de su madre y
decir: “¡Voy a ayudar a papá!”? Se siente muy orgulloso de hacerlo, y por eso
sale y sujeta los tablones y se golpea los dedos. El padre podría haber hecho
el trabajo mejor él solo, pero le encanta que su hijo le ayude, y al hijo
también le encanta. Existe un sentimiento de compañerismo. Esto es lo que
hace la oración. Cuando la oración es auténtica, Dios no actúa completamente
por Sí solo. Le encanta reunirnos y que nosotros le ayudemos a golpear los
clavos. Si nos golpeamos un poco los dedos, Él está ahí para aliviarnos. La oración nos permite además
apropiarnos del carácter de Dios. Abraham no es nunca más como Dios que en el
momento en el cual está orando por Sodoma. Su oración no salvó a la ciudad, y
no se suponía que lo hiciese, pero sí hizo que Abraham manifestase en su
propia vida la misericordia y la compasión de Dios. Es por este motivo que
Dios nos pide que oremos, que podamos adoptar para nosotros mismos algo de Su
propio carácter. La tercera consideración: La
oración concentra el poder de Dios en un lugar individual o en una persona en
particular. Aunque Abraham no había mencionado nunca a Lot por nombre, Dios
se acordó de Abraham y salvó a Lot (19:29). No sé por qué la oración hace
semejante diferencia, pero sé que la hace. Usted puede planear un programa,
pensar en todos los detalles, establecer todos los comités, conseguir todas
las cosas que necesite usted, instruir a todo el mundo y ensayarlo, a pesar
de lo cual, en la presentación final puede fracasar totalmente. Pero si
consigue usted que otras personas participen en el ministerio de oración
acerca del programa, aunque la preparación pueda ser parecida, la diferencia
en la presentación es que se manifestará con poder y con toda su fuerza, y
las vidas serán transformadas. Padre, me doy cuenta de que la
oración no es un medio del que me valgo para dictarte a Ti o llamarte para
que hagas lo que es mi voluntad, sino que es más bien el medio del que me
valgo para arrimar el hombro a la rueda a la que Tu hombro se ha acercado y
que puedo participar en el compañerismo contigo en Tu gran empresa en la
tierra. |
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Aplicación a la vida |
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¿Vemos nuestras oraciones como la
oportunidad de requerir a Dios que siga nuestra agenda? ¿Estamos nosotros
aprendiendo que la verdadera oración es nuestra respuesta al llamamiento de
Dios para que seamos socios con Él? |
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Versículo para hoy:
martes, 16 de junio de 2020
16 de junio - Cómo funciona la oración - Ray Stedman
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