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No hay nunca necesidad de pecar,
pero si nos damos cuenta de que lo estamos haciendo, tenemos una defensa
perfecta a nuestro alcance, una defensa que el Padre recibirá con sumo gozo,
una que ya nos ha dicho que será bienvenida. Tenemos un Abogado para con el
Padre, que acudirá de inmediato en nuestra defensa, pero Su defensa no sirve
de nada si todavía nos estamos defendiendo a nosotros mismos. Usted puede o
bien depender de Su manera de defenderle a usted, mediante la manifestación
de Su obra a su favor, que ha eliminado todas las manchas y todos los pecados
que jamás cometerá, o tendrá que depender de su propia defensa. Aquí está
usted, delante de Dios, diciéndole a Él de manera desafiante que usted no es
culpable, que tiene una defensa. Usted puede explicar todo, diciendo que
actuó bajo la presión de las circunstancias o afirmando que su pecado no es
lo que Dios dice que es.
Siempre que se muestra usted
desafiante o evasivo, usted sigue justificándose y excusándose a sí mismo y,
por lo tanto, el Juez solo puede permitir lo inevitable, permitiendo los
juicios intrínsecos que le siguen para que se sienta turbado, que le
derroten, que le atormenten, que le hagan sentirse desconcertado, dejándole
debilitado e insensato. Pero si deja usted de justificarse, Él le justificará
a usted. La sangre de Jesucristo no puede limpiar excusas, solo limpia
pecados. Si está usted dispuesto a decir: “Sí, no fue la presión, no fueron
las circunstancias, no fue que estas cosas no son tan malas como dice usted
que son; es que decidí mostrarme impaciente y resentido. He
decidido preocuparme y dejar que la ansiedad se apodere de mi”. Si llegamos a
ese lugar, descubriremos que hay Uno que está ante la presencia del Padre y
le revela a Él la justicia de Su vida, de modo que podamos ser limpiados y
aceptados. La fuerza vuelve a fluir de nuevo en nosotros; sentimos de nuevo
la paz en nuestros corazones; somos limpios de nuestros pecados, limpios y
restaurados por la gracia de Dios. Entonces podemos regresar a las mismas
circunstancias, bajo la misma presión, descubriendo que nuestros corazones
están siendo protegidos por la gracia y la fortaleza de Dios.
¿Por qué dice Juan: “Él es la
propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino
también por los de todo el mundo”? La respuesta es la siguiente: Es para
ayudarnos a que nos veamos a nosotros mismos. ¿Por qué es que estas otras
personas, cuyos pecados han sido ya expiados en la cruz, están viviendo
apartadas y actuando con hostilidad hacia el Dios que las ama y que las
busca? La respuesta es, como es natural, porque esas personas no quieren
creer en Él y no están dispuestas a aceptar Su perdón. Esa es la misma razón
por la que nosotros los cristianos no estamos disfrutando el fluir completo del Espíritu de poder, de vida, de amor y de sabiduría como parte de nuestra
experiencia. Todas estas cosas están a nuestra disposición, pero no las
recibiremos. Al igual que el mundo, les estamos dando la espalda. Le estamos
diciendo a Dios: “No estoy interesado en la limpieza, porque no la necesito
en realidad. Después de todo, esto no es un pecado, es sencillamente una
debilidad y no lo puedo evitar”. Esa clase de cosas está haciendo que la
tierra desaparezca debajo de toda la obra redentora de Jesucristo a nuestro
favor. Aunque Su poder está enteramente a nuestra disposición, no lo
experimentamos por esa actitud.
Padre, examina mi corazón. Haz que
yo esté abierto y sea sincero. Enséñame a dejar de poner excusas y a aceptar
totalmente la obra de mi Abogado, Jesucristo.
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Aplicación a la vida
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Cuando pecamos, ¿qué sucede si
justificamos nuestras acciones o ponemos excusas por nuestra desobediencia?
¿Tenemos el perdón de Dios por los pecados que cometimos en el pasado, en el
presente y en el futuro?
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Versículo para hoy:
lunes, 4 de mayo de 2020
4 de mayo - La persona que racionaliza el pecado - Ray Stedman
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