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¡Qué motivación tan poderosa es llegar a ser como Él ahora, aceptar tus circunstancias, dejar de pelear
por lo que Dios le envía a usted, y comenzar a dar gracias en todo,
permitiendo que estos extraños instrumentos de la gracia de Dios realicen su
obra en su vida! Pablo dice: “la tribulación produce paciencia; y la
paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4). Unas pocas experiencias como esta y
usted estará completamente convencido de que Dios es adecuado, que Él puede
resolver todas las cosas. Usted sabe que cada prueba es otra oportunidad para
que Dios demuestre Su gran habilidad para hacer que las cosas funcionen. De
modo que la esperanza “no nos defrauda” (Romanos 5:5), da confianza, un
sentido de confianza insuperable que le mantiene a usted estable y seguro en
cualquier situación. Todo esto es lo que sucede ahora, al comenzar Dios a
obrar por medio de nuestras circunstancias para hacernos como Él. Es por eso
que Juan dice que todos aquellos que tienen esta clase de esperanza, esta
certeza, entienden este proceso de purificarse a sí mismos, de la manera que
Cristo es puro. Pero usted dice: “¿Purificarme a mí
mismo? Esa es la única cosa que no puedo hacer”. Eso es cierto y Dios lo
sabe. Él sabe que usted no puede purificarse a sí mismo. ¿Qué es lo que
quiere decir? Usted se purifica a sí mismo cuando usa los medios que Él ha
provisto para su purificación. Ustedes las madres saben cómo funciona esto.
Su hijo pequeño ha estado jugando fuera y le manda usted al cuarto de baño
para que se purifique a sí mismo. Como todos los niños, abre el grifo, pasa
sus manos debajo del agua, cierra el grifo y se seca las manos en la toalla y
sale. Usted le echa un vistazo de arriba abajo y le dice: ―Pero no estás limpio. ―Bueno, ―contesta―, me he lavado. ―Pero mira la mugre en tus manos,
en tus brazos, en tu cara y detrás de tus orejas. No estás limpio ni mucho
menos. Entonces toda madre sensata
pregunta: ―¿Has usado el jabón? Claro que no lo ha hecho, de manera
que le manda usted de nuevo para que use el jabón. ¿Qué es el jabón? Es un
agente purificador, un producto de limpieza, que no realizará su objetivo a
menos que se emplee. Así que, cuando regresa, el jabón le ha limpiado y le ha
purificado. Ahora dice el niño: ―Mira mamá, ya me he limpiado. Es verdad que lo ha hecho, pero lo
ha hecho usando la provisión de su madre. La provisión para nuestra limpieza
es la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. “La sangre de Jesucristo, su
Hijo, nos purifica de todo pecado” (1 Juan 1:7). “Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de
toda maldad” (1 Juan 1:9). Esto significa que es preciso que empecemos a
tomarnos en serio esta cuestión de una ruptura en la comunión con Cristo por
causa de un espíritu impaciente o una palabra fea o una idea codiciosa o un
pensamiento en el que hemos meditado. Es preciso que nos demos cuenta de que
la mancha que ha quedado no desaparece con el paso del tiempo. Ha interferido
con nuestra comunión con el Hijo de Dios, y debemos de hacer algo al
respecto. No podemos sencillamente olvidarnos de ello, debemos hacer algo por
resolverlo. Debemos purificarnos a nosotros mismos usando Su provisión
para que podamos estar limpios. Señor, enséñame a purificarme a mí
mismo, usando los medios de que me has provisto para que pueda hacerlo. |
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Aplicación a la vida |
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¡Gracias a Dios por el sencillo
jabón que nos ayuda a lavarnos y estar limpios cuando echamos peste, estamos
grasientos o cubiertos de barro! ¿Cuál es la provisión de Dios para
purificarnos a nosotros mismos después de haber caído en el pozo del pecado? |
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Versículo para hoy:
viernes, 15 de mayo de 2020
15 de mayo - Volviéndose puros - Ray Stedman
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