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Después del diluvio, Dios está
restableciendo esta prohibición acerca de tomar una vida humana, pero es algo
que controla por medio de otra táctica. Dice que exigirá un precio por toda sangre que sea derramada. Eso es más que el proceso de la justicia.
La justicia humana no siempre consigue hacer las cosas como es debido, por lo
que a veces fracasa. Pero fíjese usted en lo que dice Dios: “A cada hombre
demandaré la vida de su prójimo”. Dios no ve la humanidad como la vemos
nosotros. Miramos a nuestro alrededor y vemos a tantos individuos aislados, y
nos consideramos a nosotros mismos como separados los unos de los otros, pero
Dios nunca lo hace. Nos mira y ve los vínculos que nos unen al pasado y al
pasado aun más distante. A los ojos de Dios la raza humana es un amplio
cuerpo de humanidad, es una hermandad de una sola carne “en Adán”. Dios dice
que exigirá de toda esta raza un precio por el derramamiento de sangre de un solo individuo. El asesinato será vengado en contra de la raza, no
sencillamente en contra de la persona culpable.
Estamos refiriéndonos aquí a un
principio que ha estado activo en la historia y que es extremadamente
importante que lo entendamos. Es el hecho de que la violencia engendra
violencia; Dios lo ha ordenado de este modo. El precio por el derramamiento
de sangre es más derramamiento de sangre y aun más, hasta que el hecho de la maldad de la humanidad aparezca tan enorme que las personas renuncien a
sus ideas engañosas e ingenuas y reconozcan el hecho absoluto y desnudo del mal humano, y nos volvamos a Dios, que es el único que puede tratar el
problema. Puesto que la raza humana es una hermandad, significa que pueden
sufrir tanto los inocentes como los que son culpables. La persona inocente
será abatida de la misma manera que el que es culpable, porque todos estamos
unidos.
Cuando las personas recurren a la
violencia para conseguir lo que quieren en un sentido determinado, pueden
justificarlo como algo que se necesita para poder conseguir su propósito
específico, pero lo que no ven es que, aunque Dios aparentemente no hace nada
por corregirlo en ese aspecto concreto, no tarda en producirse una guerra, o
aumenta el número de accidentes, o se comete un asesinato que no tiene
sentido, o la violencia se desencadena en una ciudad o es asesinada una
figura pública. Entonces las personas se ven obligadas a aprender que Dios no
se toma a la ligera la distorsión y el despojo de Su imagen en ellos. Es por
eso que la violencia inevitablemente engendra más violencia hasta que las
personas por fin, horrorizadas por lo que han provocado en la sociedad, se
enfrentan con el hecho fundamental que están infiltradas por el mal.
Solo Dios puede sanar esto; solamente la cruz de Jesucristo puede aplastar
este mal en cualquiera de nosotros, y eso es lo que Dios quiere que
aprendamos.
Señor, oro por la paz en un mundo
lleno de violencia y de derramamiento de sangre. Permite que sienta esa paz
en mi propio corazón al intentar honrar Tu imagen en cada persona.
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Aplicación a la vida
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En la humanidad colectiva que ha
creado Dios, no tardamos en aprender que la violencia cometida por las
personas engendra más violencia en la sociedad. ¿Qué necesitamos para
reconocer y aprender de esto?
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Versículo para hoy:
martes, 28 de abril de 2020
28 de abril - El precio que pagamos - Ray Stedman
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