"La voluntad de Dios es vuestra santificación", 1 Tesalonicenses 4:3
El lado de la muerte. Al santificarnos, Dios tiene que tratar con nosotros tanto en el lado de la muerte como en el de la vida. Él exige que vayamos al sitio de muerte, pero como muchos de nosotros pasamos tanto tiempo allí, nos volvemos lúgubres y pesimistas. Siempre hay una dura batalla antes de la santificación, algo dentro de nosotros que siempre se resiste y se resiente ante las demandas de Cristo. La lucha comienza tan pronto el Espíritu Santo empieza a mostrarnos lo que significa ser santificados. Jesús dijo: "Si alguno viene a mí, y no aborrece... su propia vida, no puede ser mi discípulo", Lucas 14:26.
En el proceso de santificación el Espíritu de Dios me despojará de todo, hasta que no quede sino "yo mismo". Ese es el lugar de muerte ¿Estoy dispuesto a ser "yo mismo" y nada más? ¿Dispuesto a no tener ningún amigo, padre, hermano, ni interés personal y listo para morir? Esa es la condición necesaria para la santificación. No es de extrañar que Jesús dijera: "No he venido a traer paz, sino espada", Mateo 10:34.
Es aquí donde luchamos y muchos de nosotros desmayamos. Rehusamos identificarnos con la muerte de Jesucristo en este sentido. Decimos: "¡Pero es tan duro! De seguro Él no quiere que yo lo haga". Nuestro Señor es estricto y sí quiere que lo hagamos.
¿Estoy dispuesto a reducirme a lo más simple de mi condición como persona? ¿Estoy decidido a despojarme de todo lo que mis amigos piensan de mí y de todo lo que pienso de mí mismo? ¿Estoy dispuesto y decidido a entregarle a Dios mi yo desnudo? Tan pronto lo esté, Él me santificará por completo y mi vida se liberará de cualquier determinación y persistencia que no sea Dios mismo.
Cuando ore: "Señor, muéstrame qué significa la santificación para mí", Él me responderá: "significa ser hecho uno con Jesús". La santificación no es algo que Jesucristo me da, es Él mismo en mí (ver 1 Corintios 1:30).
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.
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