"Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?" Juan 13:37.
Hay ocasiones en las que no comprendes por qué no puedes hacer lo que quieres. Cuando Dios permite un tiempo de espera y parece no responder, asegúrate de no llenarlo con actividades; sólo espera. Este espacio en blanco se puede presentar para enseñarte lo que significa la santificación, ser separado del pecado y ser hecho santo, o puede llegar después de que el proceso de santificación haya comenzado, para enseñarte el significado del servicio. Nunca corras antes de que Dios te dé su dirección. Sí tienes la menor incertidumbre, entonces Él no te está guiando. Cuando haya duda, espera.
Al principio tal vez veas con claridad cual es la voluntad de Dios: la separación de una amistad, el fin de una relación de negocios, o algo más para realizar que tú sientes que definitivamente es la voluntad de Dios. Pero nunca actúes por el impulso de ese sentimiento. Si lo haces, causarás dificultades cuya rectificación demandará años. Espera el tiempo oportuno de Dios y Él lo hará sin ninguna aflicción ni desilusión. Cuando se trata de la voluntad providencial de Dios, espera hasta que Él actúe.
Pedro no esperó en Dios, sino que pronosticó en su propia mente de dónde vendría la prueba, la cual surgió donde menos la esperaba. "¡Mi vida daré por ti!" Su declaración era sincera, pero la hizo en ignorancia. "Jesús le respondió: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces", Juan 13:38. El Señor pronunció estas palabras con un conocimiento más profundo que el que Pedro tenía de sí mismo. No podía seguir a Jesús porque no se conocía lo suficientemente bien, ni a sus propias capacidades. Quizá una lealtad natural baste para atraernos a Jesús, para hacernos sentir su carisma irresistible, pero jamás nos convertirá en discípulos. El afecto natural negará a Jesús, y nunca alcanzará lo que significa seguirlo verdaderamente.
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.
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