Versículo para hoy:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” -Filipenses 2:5-8

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jueves, 22 de diciembre de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – DICIEMBRE 22

“La señal de sus hijos”. Deuteronomio 32:5.

¿Cuál es la señal secreta que denota infaliblemente a los hijos de Dios? Sería vana presunción decidir esto por nuestro propio juicio. Es la palabra de Dios la que nos revela esto, y donde tenemos por guía a la revelación, podemos andar con seguridad. Ahora bien, respecto a nuestro Señor, se nos dice que “a todos los que lo recibieron, dioles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. Entonces, si he recibido a Cristo Jesús en mi corazón, soy un hijo de Dios. Esa recepción se describe en este versículo como “creer en el nombre de Jesucristo”. Por lo tanto, si creo en el nombre de Jesucristo, esto es, si simplemente confío de corazón en el Redentor, que fue crucificado, pero ahora es exaltado, entonces soy un miembro de la familia del Altísimo. Aunque no tenga ninguna otra cosa, si tengo esto, tengo el privilegio de llegar a ser un hijo de Dios. Nuestro Señor Jesús expresa esto en esta otra forma: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen”. Aquí tenemos todo en pocas palabras. Cristo se manifiesta como pastor a sus ovejas, no a las otras. Tan pronto como Jesús se manifiesta, sus ovejas le conocen, confían en él y se preparan para seguirle. El las conoce a ellas y ellas lo conocen a él; es decir, hay un conocimiento mutuo, hay entre ellos una revelación permanente. Así, la única señal, la segura señal, la infalible señal de la regeneración y de la adopción es una fe de corazón en el Redentor. Lector, ¿dudas?, ¿no tienes seguridad de llevar la secreta señal de los hijos de Dios? Entonces, no dejes pasar un momento sin decir: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón”. Te imploro que no bromees con estas cosas. Si quieres bromear, bromea con cosas de secundaria importancia: con tu salud, si así lo deseas, o con tus bienes. Pero en cuanto a tu alma, a tu alma inmortal y su destino eterno, te ruego que te conduzcas seriamente. Asegúrate la eternidad confiando en Jesús.

Charles Haddon Spurgeon.

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