MARDOQUEO era un verdadero patriota; por eso, al ser elevado a la más alta posición en el reinado de Asuero, usó su influencia para promover la prosperidad de Israel. En esto es figura de Jesús, quien, en su trono de gloria, no busca lo suyo, sino emplea su poder en bien de su pueblo. Sería bueno que cada cristiano fuera un Mardoqueo para la Iglesia, procurando, en la medida de su capacidad, la prosperidad de la misma. Algunos son colocados en puestos de riqueza y de influencia; los tales debieran honrar al Señor en esas elevadas posiciones de la tierra, testificando de Jesús delante de los hombres de gran figuración. Otros tienen lo que es mucho mejor, es decir, tienen íntima comunión con el Rey de reyes. Que los tales intercedan diariamente por el débil del pueblo del Señor, por el que duda, por el tentado y por el desconsolado. Si interceden incesantemente por los que, estando en tinieblas, no se atreven a acercarse al trono de la gracia, serán muy estimados. Los creyentes instruidos pueden servir grandemente al Señor si emplean sus talentos para el bien de todos e invierten sus riquezas de sabiduría celestial a favor de otros, enseñándoles las cosas de Dios. El muy pequeño en nuestro Israel puede, por lo menos, buscar el bienestar de su pueblo; y, si no puede dar más que su deseo, este será bien recibido. La carrera más cristiana y más feliz para un creyente es dejar de vivir para sí. El que bendice a otros, no dejará de ser bendecido él mismo. Por otra parte, es un malvado y desdichado plan de vida el buscar nuestra propia grandeza, pues su curso será penoso y, su fin, fatal. Amigo mío, este es el momento de preguntarte si estás procurando, con todas tus fuerzas, fomentar la prosperidad de la Iglesia en el lugar donde vives. Espero que no estés perjudicándola con rencores y escándalos, ni debilitándola con tu olvido. Amigo, únete con los pobres del Señor; comparte sus aflicciones; hazles todo el bien que puedes y no perderás tu recompensa.
Charles Haddon Spurgeon.
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