“Ahora bien, ¿en quién confías que te rebelas contra mí?” Isaías 36:5.
LECTOR, es esta una pregunta importante. Escucha la respuesta del cristiano y mira si es tu respuesta. “¿En quién confías?” “Yo confío”, dice el cristiano, “en un Dios trino”. Confío en el Padre, creyendo que él me ha elegido antes de la fundación del mundo. Confío en él para que, en su providencia, me provea lo necesario, para que me enseñe, para que me guíe, para que me corrija, si fuere necesario, y para que me lleve a su casa, donde hay muchas moradas. Confío en el Hijo. El hombre Jesucristo es verdadero Dios de verdadero Dios. Confío en él para que quite todos mis pecados por su sacrificio, y para que me adorne con su perfecta justicia. Confío en él para que sea mi intercesor, para que presente delante del trono de su Padre mis oraciones y deseos. Confío en él para que sea mi Abogado en el último gran día, para que defienda mi causa y me justifique. Confío en él por lo que ha hecho y por lo que ha prometido hacer. Y confío en el Espíritu Santo. El empezó a librarme de mi pecado innato. Confío en él para que los quite todos. Confío en él para que domine mi temperamento, para que someta mi voluntad, para que ilumine mi entendimiento, para que reprima mis pasiones, para que me anime en los desalientos, para que me ayude en mis debilidades, y para que alumbre mis tinieblas. Confío en él para que habite en mí, como mi vida; para que reine en mí, como mi Rey; para que me santifique completamente: espíritu, alma y cuerpo y, después, me lleve para habitar para siempre con los santos en luz.
¡Oh!, bendita confianza. Confiar en él, cuyo poder nunca quedará exhausto, cuyo amor nunca menguará, cuya bondad nunca cambiará, cuya fidelidad nunca fallará, cuya sabiduría nunca será confundida y cuyo favor nunca disminuirá. ¡Feliz eres tú, lector, si es esta tu confianza! Confiando así, gozarás de dulce paz ahora y de la gloria después, y el fundamento de tu confianza nunca será removido.
Charles Haddon Spurgeon.
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