Versículo para hoy:

miércoles, 6 de abril de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – ABRIL 6

“En nombre de Jehová, que yo los romperé”. Salmos 118:12.

NUESTRO Señor Jesús no adquirió con su muerte un derecho a una sola parte de nuestro ser, sino a todo nuestro ser. El contempló en su pasión nuestra entera santificación: espíritu, alma y cuerpo, para que en este triple reino él pudiera reinar supremo y sin rival. Es cometido de la nueva naturaleza que Dios ha dado a los regenerados defender los derechos del Señor Jesucristo. Alma mía, por cuanto tú eres una hija de Dios, tienes que conquistar el resto de tu ser que aún permanece no bendecido. Debes someter todas tus facultades y pasiones al cetro de plata del benigno reino de Jesús y nunca debes estar satisfecho hasta que el que es Rey por compra, llegue a ser Rey también por coronación de gracia y reine en ti supremo. En vista, pues, de que el pecado no tiene derecho a ninguna parte nuestra, emprendemos una buena y legítima guerra cuando procuramos, en el nombre de Dios, eliminarlo. ¡Oh, cuerpo mío, tú eres un miembro de Cristo! ¿Toleraré tu sumisión al príncipe de las tinieblas? ¡Oh, alma mía, Cristo ha sufrido por tus pecados y te ha redimido con su muy preciosa sangre! ¿Permitiré yo que tu memoria sea un depósito de mal o tus pasiones, teas de iniquidad? ¿Entregaré mi juicio para que sea pervertido por el error o mi voluntad para que sea introducida en las prisiones de iniquidad? No, alma mía, tú eres de Cristo y el pecado no tiene derecho en ti. Ten ánimo en cuanto a esto, oh cristiano; no te desalientes como si tus enemigos espirituales nunca pudieran ser destruidos. Tú puedes vencerlos –no por tus propias fuerzas-; pues el más débil de ellos sería demasiado fuerte para ti. Pero tú puedes vencerlos y los vencerás por la sangre del Cordero. No preguntes: “¿Cómo los desposeeré, pues son más grandes y poderosos que yo?”, sino ve al Fuerte por fuerzas; espera humildemente en Dios, y el poderoso Dios de Jacob vendrá sin duda a librarte y tú cantarás victoria por medio de su gracia.

Charles Haddon Spurgeon.

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