Versículo para hoy:

lunes, 21 de marzo de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – MARZO 21

“¿Podrás tú impedir las delicias de las Pléyades o desatarás las ligaduras del Orión?” Job 38:31.

SI estamos inclinados a gloriarnos de nuestras habilidades, la grandeza de la naturaleza nos mostrará cuán pequeños somos. Nosotros no podemos mover la menor de las titilantes estrellas o apagar siquiera uno de los destellos de la mañana. Hablamos de poder, pero los cielos se ríen de nosotros, burlándonos. Cuando las Pléyades brillan en primavera con gozo vernal, nosotros no podemos limitar sus influencias, y cuando Orión reina en lo alto y el año está atado con las cadenas del invierno, nosotros no podemos aflojar sus heladas ligaduras. Las estaciones se suceden de acuerdo con lo que Dios determinó; ni aún toda la especie humana podría introducir en ellas un cambio. Señor, ¿qué es el hombre? Tanto en lo espiritual como en lo material el poder del hombre está limitado en todo sentido. Cuando el Espíritu Santo derrama sus encantos en el alma, ninguno puede perturbarla; todas las astucias y las malicias de los hombres son ineficaces para detener el vivificante poder del consolador. Cuando él determina visitar a una iglesia y avivarla, los enemigos más inveterados no pueden resistir la buena obra. Ellos pueden ridiculizarla, pero no pueden restringirla, como tampoco pueden hacer retroceder la primavera cuando las Pléyades marcan la hora. Dios lo quiere y así debe ser. Por otra parte, si Dios en su soberanía o en su justicia ata a un hombre, de modo que se halle en esclavitud de alma, ¿quién lo puede libertar? El sólo puede quitar el invierno de muerte espiritual de un individuo o de su pueblo. El desata las ligaduras del Orión; y ninguno sino él puede hacerlo. ¡Oh, si él realizara el portento esta noche! Señor, pon fin a mi invierno y haz que empiece mi primavera. Yo no puedo con todas mis ansias levantar mi alma de la muerte y del sopor, pero todas las cosas son posibles para ti. Yo necesito celestiales influencias, claros destellos de tu amor, los fulgores de tu gracia, la luz de tu rostro: estas cosas son Pléyades para mí. Yo sufro mucho por el pecado y la tentación; estos son mis signos invernales, mi terrible Orión. Señor, obra maravillas en mí y por mí. Amén.

Charles Haddon Spurgeon.

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