“¿Teme Job a Dios de balde?” Job 1:9.
ESTA fue la perversa pregunta de Satán tocante a este hombre recto de la antigüedad, pero hay muchos hoy en cuanto a quienes se puede con justicia formular esta pregunta, pues aman a Dios por costumbre, porque él los prospera; pero si las cosas les fueran mal, abandonarían toda la fe en Dios de la que hacen alarde. Si pueden ver claramente que, desde el momento de su supuesta conversión, el mundo los ha prosperado, entonces seguirán amando a Dios en una pobre forma carnal, pero si tienen que hacer frente a la adversidad, entonces se rebelan contra el Señor. El amor de los tales es el amor a la comida, no al que les da alojamiento; un amor a la despensa, no al dueño de la casa. El verdadero cristiano espera recibir su galardón en la vida venidera, y, en este mundo, espera sufrir durezas. La promesa del antiguo pacto era prosperidad, pero la promesa del nuevo pacto es adversidad. Recuerda las palabras de Cristo: “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará; y todo aquel que lleva fruto” -¿qué?- “le limpiará para que lleve más fruto”. Si llevas fruto, tendrás que sufrir aflicción. “¡Ay!” –dirás tú-, “qué terrible perspectiva”. Pero esta aflicción produce tan preciosos resultados, que el cristiano que está sometido a ella tiene que aprender a regocijarse en las tribulaciones, porque en la medida que abundan sus tribulaciones así abundan también sus consolaciones en Cristo Jesús. Si eres un hijo de Dios puedes estar seguro de que no dejarás de conocer la vara de la aflicción. Tarde o temprano todo lingote de oro tiene que pasar por el fuego. No temas, sino regocíjate de que te sean reservados tiempos tan fructíferos, pues en ellos serás separado del afecto a la tierra y hecho idóneo para el cielo; serás librado de la adhesión a lo presente y se te hará anhelar las cosas eternas que pronto te serán reveladas. Cuando sientas que, en cuanto al presente, no sirves a Dios por interés, entonces te regocijarás en el infinito galardón del futuro.
Charles Haddon Spurgeon.
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