Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Hebreos 11:8.
Abraham fue llamado y obedeció. No hay sombra de duda, debate ni demora; cuando él fue llamado a salir, él salió. La queja del Señor es: «Como ustedes no me atendieron cuando los llamé» (Proverbios 1:24). Tales llamados vienen a muchos en repetidas ocasiones, pero les prestan oído sordo. Solo son oyentes de la Palabra, no hacedores. Incluso entre los oyentes más atentos, ¿cuántos hay a quienes la Palabra les llega sin casi ningún resultado práctico de obediencia verdadera? Qué tonto es añadir un pecado tras otro, aumentando la dureza del corazón, aumentando la distancia entre el alma y Cristo y al mismo tiempo, soñando tiernamente con un momento encantado en el que sea más fácil ceder al llamado divino y romper con el pecado.
Abraham tuvo una oportunidad y tuvo la gracia de captarla y hasta el día de hoy no hay en nuestra raza un nombre más insigne que el de «el padre de la fe». Él fue un hombre imperial, muy superior a sus semejantes. Su corazón estaba en el cielo, la luz de Dios bañaba su frente y su alma estaba llena de la influencia divina, de manera que él vio el día del Señor Jesús y se alegró. Él fue bendecido por el Señor que hizo el cielo y la tierra e hizo de él una bendición para todas las naciones. Algunos de ustedes nunca obtendrán semejante honor, vivirán y morirán innobles porque juegan con los llamamientos supremos. Y, sin embargo, creíste en Dios, y si viviste por fe, tendrás delante de ti un camino de honor inmortal que te llevará a la gloria eterna.
A través de la Biblia en un año: Ezequiel 25-28
FUENTE: Charles H. Spurgeon -Tomado del libro “A los Pies del Maestro”, Compilado por Audie G. Lewis.
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