Que el Señor le pague a cada uno según su rectitud y lealtad. 1 Samuel 26:23.
Durante el día trabajamos
y en la tarde recibimos el pago por nuestro trabajo. De esa misma forma es que
muchos cristianos buscan la recompensa inmediata por su labor, y si la reciben,
empiezan a regocijarse en ella como si hubieran recibido su verdadera
recompensa. Igual que los discípulos que regresaron y le dijeron a Jesús:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre» (Lucas 10:17), se
regocijaron solo en la prosperidad presente. Sin embargo, el Maestro los
amonestó para que no consideraran el éxito como su recompensa por hacer
milagros, ya que no sería siempre así. «Sin embargo», les dijo, «no se alegren
de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están
escritos en el cielo» (Lucas 10:20). El éxito en el ministerio no es la
verdadera recompensa del ministro cristiano: es un pago inicial, pero todavía
se aguarda la recompensa. No debes considerar la aprobación de tus semejantes
como la recompensa a la excelencia pues, con frecuencia, tendrás el resultado
contrario; verás tus mejores acciones distorsionadas y tus motivos
malinterpretados.
Ser desechado y
rechazado por los hombres es el destino del cristiano. Ni siquiera gozará
siempre de buena reputación entre sus semejantes cristianos. No todo lo que
recibimos de los santos es absoluta bondad y puro amor. Te advierto que si
buscas tu recompensa en la misma novia de Cristo, no la obtendrás. «Cuando el
Rey venga en su gloria», entonces será el tiempo de recibir la recompensa; pero
no hoy, ni mañana, ni en algún otro tiempo mientras estemos en este mundo.
A través de la Biblia en un año: Apocalipsis 6-8
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