Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor,
vivan ahora en él, arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se
les enseñó, y llenos de gratitud. Colosenses 2:6-7.
El delito más grande
que se ha cometido contra el cielo fue el de asesinar la deidad, cuando los
hombres clavaron en la cruz al Hijo de Dios y lo mataron como si fuera un
criminal. ¿Dónde están los miserables que cometieron tan horrible hecho? Aquí
están, no voy a decir que están delante de nosotros porque cada uno de nosotros
lleva uno adentro. ¿Cómo puedo entonces hablarles yo a ustedes? Bueno, quizás
es mejor así porque entonces, desde lo más profundo de mi corazón, les puedo
rogar que permanezcamos al pie de la cruz y contemos las gotas de sangre y
digamos: «Estas gotas han lavado mi pecado, sin embargo, yo ayudé a
derramarlas. Esas manos, esos pies, me salvaron, sin embargo, yo los clavé
allí. Ese costado abierto es el refugio de mi espíritu culpable, sin embargo,
mi pecado provocó ese horrible hueco. Fue mi pecado el que mató a mi Salvador».
¡Oh, pecado, tres veces maldito, fuera de aquí! ¡Fuera de aquí! Vengamos con
gozo solemne, con dolor bendito, y sentémonos debajo de la cruz para ver lo que
ha hecho el pecado y, sin embargo, notemos también cómo aquel que murió en la
cruz del Calvario borró ese mismo pecado.
A través de la Biblia en un año: Isaías 29-32
No hay comentarios:
Publicar un comentario