Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia.
Mateo 5:5.
En las Escrituras
encontrarás que las personas más hermosas eran las humildes. Recuerdo solo tres
personas de quienes las Escrituras dicen que sus rostros resplandecieron, ¿las
recuerdas, verdad? Primero el Señor Jesucristo, cuyo rostro resplandeció tanto
cuando bajó del Monte de la Transfiguración, que las personas vinieron
corriendo hacia él. ¡Cuán humilde y sencillo de corazón fue él! Otro hombre
cuyo rostro resplandeció fue Moisés, cuando bajó del monte de la comunión con
Dios, y de quien leemos: «Moisés era muy humilde» (Números 12:3). La tercera
persona cuyo rostro resplandeció fue Esteban, cuando estuvo delante del
concilio y de la manera más humilde habló de su Señor y Maestro. Si quieres que
tu rostro resplandezca alguna vez, debes deshacerte del espíritu altanero y
orgulloso, tienes que ser humilde, ya que el resplandor de la luz divina nunca
reposará en una frente donde esté presente la ira. Sé gentil, apacible,
paciente como tu Señor y entonces él te hará hermoso. El Señor otorga gran
belleza a sus hijos que son tranquilos y sumisos. Si puedes soportar y callar,
si puedes evitar el pronunciar una palabra dura, esa misma humildad en ti se
convierte en belleza.
Además, Dios hermosea a
las personas humildes con paz. Ellas no tienen necesidad de ir y pedir perdón o
arreglar disputas porque no participan en disputas. Durante la noche no tienen
que pensar: «En realidad dijimos lo que no debimos», porque no lo dijeron. Hay
una gran belleza en la paz que produce la humildad.
A través de la Biblia en un año: 1
Timoteo 5-6
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