El Señor se complace en los que le temen, en los que confían en
su gran amor. Salmo 147:11.
Cuando Dios se complace
en algún hombre, podemos comparar el resultado de su favor con el placer que
experimentamos con nuestros hijos. Ahora, sin extenderme demasiado en este
tema, te digo que si temes al Señor y esperas en su misericordia, Dios se
complace tanto en ti como tú lo haces con tu hijo querido, y mucho más, porque
Dios tiene una mente infinita y de ella proviene un deleite infinito, de modo
que él te ve con infinita complacencia.
¿Puedes creer esto? Tú
no te ves a ti mismo de esa manera, al menos espero que no, pero Dios te ve a
través de Jesucristo. Dios te ve como serás algún día. Ve en ti lo que te hará
crecer hasta convertirte en un ser celestial y, por lo tanto, se complace en
ti. No importa lo que otros piensen de ti. Quiero que vayas a tu casa y
pienses: «Si mi Padre celestial se complace en mí, en realidad no me interesa
si mis semejantes no me entienden o no me aprecian». Si tú y yo buscamos
complacernos con las buenas opiniones de otras personas, corremos el riesgo de
que nos hieran las malas opiniones. Vive de manera que agrades a Dios, y si no
agradas a tus semejantes, bueno, entonces no hay nada que hacer. El único
objetivo de tu vida debe ser el poder decir: «Siempre hago las cosas que son
agradables a él». Camina con Dios por fe, como lo hizo Enoc, para que puedas
tener un testimonio como el suyo: «Él agradó a Dios». Y si tú has agradado a
Dios, ¿qué importa aquel al que no has agradado?
A través de la Biblia en un año: 1
Timoteo 3-4
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