Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no
de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. 2 Corintios 9:7.
Observa también, una
vez más –en lo referente a las acciones misericordiosas que la mayoría de la
humanidad poco estima- que sabemos que Dios acepta nuestra adoración en las
cosas pequeñas. Él permitió que su pueblo llevara sus novillos, a otros que
llevaran sus carneros y se los ofrecieran a él, aunque estas eran personas que
tenían suficientes riquezas como para ser capaces de ofrecerle un tributo de
sus rebaños y manadas. Pero también le permitió a los pobres ofrecer un par de
tórtolas o dos pichones de palomas, y nunca he encontrado en la Palabra de Dios
que él diera menos importancia a la ofrenda de las tórtolas que al sacrificio
de los novillos. También sé que nuestro Señor siempre bendito, cuando estuvo
aquí, amó la alabanza de los niños pequeños. Ellos no traían ni oro ni plata
como los sabios del Oriente, pero clamaban: «Hosanna» y el Señor no se disgustó
con sus Hosannas sino que aceptó su alabanza juvenil. Y recordamos que una
viuda echó en la ofrenda dos moneditas, que solo era un cuarto de un penique,
pero ya que era todo lo que tenía, él no rechazó el regalo sino que más bien
tomó nota de este en su honor. Ahora estamos bastante familiarizados con el
incidente, pero con todo y eso, es maravilloso. ¡Dos moneditas que son un
cuarto de penique dadas al Dios infinito! ¡Un cuarto de penique aceptado por el
Rey de Reyes! Por lo tanto, no midas las acciones pequeñas con las escalas y
medidas humanas, sino estímalas como lo hace Dios, porque el Señor siente
respeto por el corazón de su pueblo; él no da tanta importancia a sus obras en
sí mismas sino a los motivos por los que se dan en servicio.
A través de la Biblia en un año: Josué
1-4
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