Versículo para hoy:

lunes, 3 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

I. Los privilegios espirituales que disfrutaba la mujer de Lot

Hablaré primero de los privilegios espirituales que disfrutaba la mujer de Lot. En la época de Abraham y Lot era escasa la fe salvadora sobre la tierra. No había Biblias, ni pastores, ni iglesias, ni tratados, ni misioneros. El conocimiento de Dios estaba confinado a unas pocas familias favorecidas. La mayor parte de los habitantes del mundo vivía en la oscuridad, ignorancia, superstición y pecado. Ni uno en cien quizá, haya tenido un ejemplo tan bueno, una compañía tan espiritual, un conocimiento tan manifiesto ni una advertencia tan clara como la mujer de Lot. Comparada con millones de personas en su época, la esposa de Lot era una mujer favorecida.

Tenía como esposo a un hombre justo, tenía como tío político a Abraham, padre de los fieles. La fe, el conocimiento y las oraciones de estos dos hombres justos no pueden haber sido ningún secreto para ella. Era imposible que viviera en las tiendas con ellos por algún tiempo, sin saber quiénes eran y a quién servían. Su fe no era para ellos un mero ritual, era el principio que regía sus vidas y una convicción dominante que determinaba sus acciones. La mujer de Lot debe haber visto y sabido todo esto. No eran privilegios insignificantes.

Cuando Abraham recibió las promesas de Dios, es probable que la mujer de Lot haya estado presente. Cuando construyó su altar junto a su tienda entre Hai y Betel, es probable que ella haya estado allí (Gn. 12:8). Cuando su esposo fue tomado cautivo por Quedorlaomer y librado por la intervención de Dios, allí estaba ella (Gn. 14). Cuando Melquisedec, rey de Salem, se acercó a Abraham con pan y vino, allí estaba ella (Gn. 14:18). Cuando los ángeles llegaron a Sodoma para advertir a su esposo que huyera, ella los vio; cuando lo tomaron de la mano y lo llevaron fuera de la ciudad, ella estaba entre los ángeles que les ayudaron a escapar (Gn. 19). Una vez más digo que estos no eran privilegios insignificantes.

No obstante, ¿qué efectos positivos tuvieron todos estos privilegios sobre el corazón de la mujer de Lot? Ninguno. A pesar de todas las oportunidades y los medios de gracia y, a pesar de todas las advertencias y los mensajes especiales del cielo, ella vivió y también murió sin la gracia, sin Dios, impenitente e incrédula. Los ojos de su entendimiento nunca se abrieron, su conciencia nunca le molestó ni se despertó, su voluntad nunca se sujetó para obedecer a Dios, realmente sus afectos nunca fueron por las cosas de arriba. La forma de religión que practicaba era para ser como los demás, no porque ella la sintiera. Era una capa que usaba para complacer a los que la rodeaban, no porque tuviera un sentido de su valor. Hacía lo que hacían los demás en la casa de Lot, se adaptaba a las costumbres de su esposo, no se oponía a su fe, se dejaba llevar pasivamente, mientras su corazón andaba mal a los ojos de Dios. El mundo estaba en su corazón y su corazón estaba en el mundo. En este estado vivió y en este estado murió.

En todo esto hay mucho que aprender. Veo aquí una lección que es de suma importancia en la actualidad. Vivimos en una época en que hay mucha gente igual que la mujer de Lot, acérquese y preste atención a la lección que su caso tiene la intención de enseñarle.

Aprenda entonces, que el solo hecho de contar con privilegios espirituales, no salva el ama de nadie. Puede ser que usted tenga ventajas espirituales de todo tipo, puede ser que viva en la luz plena de las mejores oportunidades y medios de gracia, puede ser que disfrute de la mejor predicación y la instrucción más excelente, puede vivir en medio de la luz, el conocimiento, la santidad y buena compañía. Todo esto puede ser parte de su vida y, aun así, seguir siendo un inconverso y, al final, estar perdido para siempre.

Me atrevo a decir que esta doctrina puede parecer difícil a algunos lectores. Sé que algunos no quieren nada más que los privilegios de la fe cristiana, pensando que estos los convertirán en cristianos decididos. Admiten que, en este momento, no son como deben ser, pero se excusan diciendo que su posición es difícil y que tienen muchas dificultades. Demandan que les den un esposo consagrado o una esposa consagrada, que les den amigos consagrados o un jefe consagrado, que quieren contar con la predicación del evangelio, que les den privilegios y, cuando tengan todo esto, andarán con Dios.

Esto es un error. Es pura fantasía. Se requiere de algo más que privilegios para salvar el alma. Joab era capitán de David, Giezi era siervo de Eliseo, Demas era compañero de Pablo, Judas Iscariote era discípulo de Cristo y Lot tenía una esposa mundana e incrédula. Todos ellos murieron en sus pecados a pesar de su conocimiento, las advertencias y oportunidades, y nos enseñan que, no son solo privilegios lo que necesitan los hombres. Necesitan la gracia del Espíritu Santo.

domingo, 2 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

10. Una mujer para recordar

"Acordaos de la mujer de Lot". Lucas 17:32

Hay pocas advertencias en las Escrituras más serias que la que encabeza esta página. El Señor Jesucristo nos dice: "Acordaos de la mujer de Lot".

La mujer de Lot profesaba una religión; su esposo era un hombre "justo" (2 P. 2:8). Partió con él de Sodoma el día que la ciudad fue destruida. Estando detrás de él, se dio vuelta para mirar la ciudad, desobedeciendo el mandato expreso de Dios; cayó muerta al instante y se convirtió en estatua de sal. Y, sin embargo, el Señor Jesucristo la levanta como una luz de advertencia para su iglesia diciendo: "Acordaos de la mujer de Lot".

Es una advertencia seria cuando pensamos en la persona que menciona Jesús. No nos pide que recordemos a Abraham, Isaac, Sara, Ana o Rut. No, escoge una persona cuya alma se perdió para siempre. Nos ruega: "Acordaos de la mujer de Lot".

Es una advertencia seria cuando consideramos de qué está hablando. Está hablando de su segunda venida para juzgar al mundo; está describiendo el estado terrible en que se encontrarán muchos por no estar preparados. Está pensando en el fin del mundo cuando dice: "Acordaos de la mujer de Lot".

Es una advertencia seria cuando pensamos en la persona que la dirige. El Señor Jesús está lleno de amor, misericordia y compasión. Es el que no quebrará la caña cascada ni apagará el pabilo que humea. Pudo llorar sobre la Jerusalén incrédula y orar por los hombres que lo crucificaron; y también juzgó bueno, recordarnos a las almas perdidas: "Acordaos de la mujer de Lot".

Es una advertencia seria cuando pensamos en quiénes fueron los destinatarios originales. El Señor Jesús estaba hablando con sus discípulos. No se estaba dirigiendo a los escribas y fariseos que lo aborrecían, sino a Pedro, Santiago, Juan y muchos otros que lo amaban. Es a ellos, a quienes le parece bien dar esta advertencia. A ellos les dice: "Acordaos de la mujer de Lot".

Es una advertencia seria cuando consideramos la manera cómo fue dada. No dice meramente: "Cuidado con seguir los pasos de la mujer de Lot, no vayan a imitarla, no sean como ella". Usa una palabra distinta: "Acordaos". Habla como si corriéramos el peligro de olvidarlo, aviva un antiguo recuerdo, nos insta a que mantengamos vivo el incidente en nuestras mentes. Exclama: "Acordaos de la mujer de Lot".

Me propongo examinar las lecciones que la mujer de Lot nos quiere enseñar. Estoy seguro de que su historia está llena de instrucciones provechosas para las iglesias. Se acercan los últimos días, se aproxima la segunda venida del Señor Jesús, el peligro de la mundanalidad aumenta cada año en las iglesias. Armémonos de defensas y antídotos contra la dolencia a nuestro alrededor. Y, sobre todo, familiaricémonos con la historia de la mujer de Lot.

Consideraré tres aspectos de la vida de la mujer de Lot a fin de presentar los temas en orden.

I. Hablaré de los privilegios espirituales de los que gozaba la mujer de Lot.

II. Hablaré del pecado que cometió la mujer de Lot.

III. Hablaré del juicio que Dios le impuso.

sábado, 1 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Últimas palabras

Y ahora, deseo decir unas últimas palabras a todo el que lee este escrito y, especialmente, al que se considera creyente en Cristo.

No quiero entristecerlos. No quiero darles una perspectiva sombría del peregrinaje cristiano. Mi único objetivo es darles cariñosas advertencias. Anhelo paz y tranquilidad para todos ustedes. Me encantaría verlos felices, al igual que seguros, gozosos, al igual que justificados. He hablado como lo he hecho, por su bien.

Vivimos en una época cuando abunda la religión pasiva, que se detiene, como se detuvo Lot. En muchos lugares, la corriente de profesiones de fe es mucho más ancha de lo que una vez fue, pero mucho menos profunda. Podríamos decir que, casi está de moda, cierto tipo de cristianismo que se define por...

- pertenecer a alguna facción de la Iglesia Anglicana, que muestra su celo por sus intereses,

- hablar de las principales controversias de la actualidad,

- comprar libros religiosos populares en cuanto se publican y colocarlos en la mesa,

- asistir a reuniones, suscribirse a asociaciones, discutir los méritos de predicadores,

- entusiasmarse y emocionarse por cada nueva forma de religión sensacionalista que aparece...

todas estas, son prácticas comunes y comparativamente fáciles. No hacen que una persona sea singular. Requieren pocos sacrificios o ninguno. No implican una cruz.

En cambio...

- caminar estrechamente con Dios,

- ser realmente espiritual,

- comportarse como extranjeros y peregrinos,

- ser diferentes del mundo en el empleo del tiempo, en la conversación, las diversiones y en el vestir,

- dejar un sabor de nuestro Maestro en todos los lugares de trabajo,

- orar, ser humilde, generoso, de buen carácter, callado, fácil de complacer, caritativo, paciente, sumiso,

- temer celosamente todo tipo de pecado y experimentar temor y temblor al estar consciente de nuestros peligros en el mundo...

¡Estas, estas siguen siendo virtudes que pocas veces se ven! No son comunes entre los que se llaman verdaderos cristianos y, lo peor de todo es que, uno ni se da cuenta de que no las tiene, ni lo lamenta como debiera.

En una época como esta me atrevo a ofrecer mis consejos a cada lector creyente. No los rechace. No se enoje conmigo porque hablo directamente. Le ruego que considere las palabras del apóstol Pedro: "Procurad hacer firme vuestra vocación y elección" (2 P. 1:10). Le ruego que no sea indolente, no sea negligente, no se contente con una medida escasa de gracia ni tampoco con ser un poquito mejor que el mundo. Le advierto seriamente que no intente hacer algo que nunca puede hacerse, es decir, servir a Cristo y, a la vez, andar en el mundo. Le insto y le ruego que sea un cristiano de todo corazón, que procure una santidad insigne, que apunte a un grado superior de santificación, que viva una vida consagrada, que presente su cuerpo como "sacrificio vivo" a Dios, que ande "también en el Espíritu" (Ro. 12:1; Gá. 5:25). Le encargo y le exhorto, por todas sus esperanzas del cielo y anhelos de gloria, que si quiere ser feliz, si quiere ser útil, no sea un alma que se detiene.

¿Quiere saber lo que nuestros tiempos demandan? Sacudir a las naciones, desarraigar las cosas antiguas, desbaratar los reinos, agitar e inquietar la mente de los hombres ¿y qué dicen? Claman a gran voz: ¡Cristiano! ¡No se detenga!

¿Quiere estar preparado para la segunda venida de Cristo, con sus lomos ceñidos, su lámpara encendida y, usted mismo, decidido y preparado para encontrarse con él? Entonces no se detenga.

¿Quiere disfrutar de tranquilidad en su fe; sentir el testimonio del Espíritu en su interior, saber a quién ha creído y no ser un cristiano sombrío, quejoso, amargado, triste y melancólico? ¡Entonces no se detenga!

¿Quiere disfrutar de una seguridad sólida de su propia salvación, en enfermedad y en su lecho de muerte? ¿Quiere ver con los ojos de la fe al cielo que se abre y a Jesús levantándose para recibirlo? ¡Entonces no se detenga!

¿Quiere dejar el legado de grandes y amplias evidencias cuando parta? ¿Quiere que lo bajemos a la tumba con una esperanza tranquila y hablar sin ninguna duda de su estado después de muerto? ¡Entonces no se detenga!

¿Quiere serle útil al mundo en su época y generación? ¿Quiere apartar a los hombres del pecado y llevarlos a Cristo, adornar su doctrina y hacer que la causa de su Maestro les sea atractiva? ¡Entonces no se detenga!

¿Quiere conducir a sus hijos y parientes hacia el cielo y lograr que digan: "Iremos contigo" e impedir que sean infieles y que desprecien la fe cristiana? ¡Entonces no se detenga!

¿Quiere tener una gran corona el día que Cristo aparezca y no ser la estrella más insignificante y pequeña en la gloria y no ser el último ni el menor en el reino de Dios? ¡Entonces no se detenga!

¡Oh, que ninguno de nosotros se detenga! El tiempo no se detiene, la muerte no lo hace, el juicio no lo hace, el diablo no lo hace, y el mundo no lo hace. Tampoco lo hagan los hijos de Dios.

¿Hay algún lector que se siente detenido? ¿Ha sentido un peso en su corazón y remordimientos de conciencia mientras ha estado leyendo estas páginas? ¿Hay algo en su interior que susurra: "¿Soy yo ese hombre?"? Entonces preste atención a lo que estoy diciendo. Su alma no está en paz. Despierte y trate de mejorar. Si usted es de los que se detienen, debe acudir a Cristo inmediatamente para ser sano. Tiene que usar el antiguo remedio, tiene que bañarse en la antigua fuente. Tiene que volverse nuevamente a Cristo para ser sano. La manera de hacer algo es simplemente hacerlo. ¡Hágalo ahora mismo!

No crea ni por un instante, que su caso es irremediable. No piense que no hay esperanza de que se avive porque ha estado viviendo por largo tiempo en un estado de aridez y aletargamiento en su alma. ¿Acaso no es el Señor Jesucristo el Médico que cura todos los males espirituales? ¿Acaso no curaba todo tipo de enfermedades cuando estaba sobre la tierra? ¿Acaso no echaba fuera todo tipo de demonios? ¿Acaso no levantó al pobre Pedro y le puso un canto nuevo en la boca, después de que hubo caído? ¡Oh, no dude, sino que crea fervientemente que, aún, avivará su obra en usted! Sólo vuelva a andar, confiese su necedad y venga, venga ahora mismo a Cristo. Benditas son las palabras del profeta: "Reconoce, pues, tu maldad". "Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones" (Jer. 3:13, 22).

Y recordemos las almas de los demás, no sólo las nuestras. Si en algún momento vemos detenido a un hermano o hermana, tratemos de despertarlo, tratemos de estimularlo y tratemos de avivarlo. "Exhortaos los unos a los otros", según tengamos oportunidad, "para estimularnos al amor y a las buenas obras" (He. 3:13; 10:24). No tengamos temor de decirnos unos a otros: "Hermano, hermana, ¿ha olvidado a Lot? ¡Despierte y recuerde a Lot! Despierte y no se quede detenido ya más".