I. Los privilegios espirituales que disfrutaba la mujer de Lot
Hablaré primero de los privilegios espirituales que disfrutaba la mujer de Lot. En la época de Abraham y Lot era escasa la fe salvadora sobre la tierra. No había Biblias, ni pastores, ni iglesias, ni tratados, ni misioneros. El conocimiento de Dios estaba confinado a unas pocas familias favorecidas. La mayor parte de los habitantes del mundo vivía en la oscuridad, ignorancia, superstición y pecado. Ni uno en cien quizá, haya tenido un ejemplo tan bueno, una compañía tan espiritual, un conocimiento tan manifiesto ni una advertencia tan clara como la mujer de Lot. Comparada con millones de personas en su época, la esposa de Lot era una mujer favorecida.
Tenía como esposo a un hombre justo, tenía como tío político a Abraham, padre de los fieles. La fe, el conocimiento y las oraciones de estos dos hombres justos no pueden haber sido ningún secreto para ella. Era imposible que viviera en las tiendas con ellos por algún tiempo, sin saber quiénes eran y a quién servían. Su fe no era para ellos un mero ritual, era el principio que regía sus vidas y una convicción dominante que determinaba sus acciones. La mujer de Lot debe haber visto y sabido todo esto. No eran privilegios insignificantes.
Cuando Abraham recibió las promesas de Dios, es probable que la mujer de Lot haya estado presente. Cuando construyó su altar junto a su tienda entre Hai y Betel, es probable que ella haya estado allí (Gn. 12:8). Cuando su esposo fue tomado cautivo por Quedorlaomer y librado por la intervención de Dios, allí estaba ella (Gn. 14). Cuando Melquisedec, rey de Salem, se acercó a Abraham con pan y vino, allí estaba ella (Gn. 14:18). Cuando los ángeles llegaron a Sodoma para advertir a su esposo que huyera, ella los vio; cuando lo tomaron de la mano y lo llevaron fuera de la ciudad, ella estaba entre los ángeles que les ayudaron a escapar (Gn. 19). Una vez más digo que estos no eran privilegios insignificantes.
No obstante, ¿qué efectos positivos tuvieron todos estos privilegios sobre el corazón de la mujer de Lot? Ninguno. A pesar de todas las oportunidades y los medios de gracia y, a pesar de todas las advertencias y los mensajes especiales del cielo, ella vivió y también murió sin la gracia, sin Dios, impenitente e incrédula. Los ojos de su entendimiento nunca se abrieron, su conciencia nunca le molestó ni se despertó, su voluntad nunca se sujetó para obedecer a Dios, realmente sus afectos nunca fueron por las cosas de arriba. La forma de religión que practicaba era para ser como los demás, no porque ella la sintiera. Era una capa que usaba para complacer a los que la rodeaban, no porque tuviera un sentido de su valor. Hacía lo que hacían los demás en la casa de Lot, se adaptaba a las costumbres de su esposo, no se oponía a su fe, se dejaba llevar pasivamente, mientras su corazón andaba mal a los ojos de Dios. El mundo estaba en su corazón y su corazón estaba en el mundo. En este estado vivió y en este estado murió.
En todo esto hay mucho que aprender. Veo aquí una lección que es de suma importancia en la actualidad. Vivimos en una época en que hay mucha gente igual que la mujer de Lot, acérquese y preste atención a la lección que su caso tiene la intención de enseñarle.
Aprenda entonces, que el solo hecho de contar con privilegios espirituales, no salva el ama de nadie. Puede ser que usted tenga ventajas espirituales de todo tipo, puede ser que viva en la luz plena de las mejores oportunidades y medios de gracia, puede ser que disfrute de la mejor predicación y la instrucción más excelente, puede vivir en medio de la luz, el conocimiento, la santidad y buena compañía. Todo esto puede ser parte de su vida y, aun así, seguir siendo un inconverso y, al final, estar perdido para siempre.
Me atrevo a decir que esta doctrina puede parecer difícil a algunos lectores. Sé que algunos no quieren nada más que los privilegios de la fe cristiana, pensando que estos los convertirán en cristianos decididos. Admiten que, en este momento, no son como deben ser, pero se excusan diciendo que su posición es difícil y que tienen muchas dificultades. Demandan que les den un esposo consagrado o una esposa consagrada, que les den amigos consagrados o un jefe consagrado, que quieren contar con la predicación del evangelio, que les den privilegios y, cuando tengan todo esto, andarán con Dios.
Esto es un error. Es pura fantasía. Se requiere de algo más que privilegios para salvar el alma. Joab era capitán de David, Giezi era siervo de Eliseo, Demas era compañero de Pablo, Judas Iscariote era discípulo de Cristo y Lot tenía una esposa mundana e incrédula. Todos ellos murieron en sus pecados a pesar de su conocimiento, las advertencias y oportunidades, y nos enseñan que, no son solo privilegios lo que necesitan los hombres. Necesitan la gracia del Espíritu Santo.