Pero vea ahora qué pasó. Dejó de injuriar y blasfemar, comenzó a hablar de una manera completamente distinta. Se dirigió a nuestro bendito Señor en oración. Oró pidiendo a Jesús: "Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". Le pidió que cuidara su alma, que perdonara sus pecados y hasta pensó en un mundo diferente. ¡Verdaderamente este fue un cambio maravilloso!
Y tome nota de la clase de respuesta que recibió. Algunos habrían dicho que era demasiado malvado como para ser perdonado; pero no fue así. Otros pensarían que era demasiado tarde, la puerta estaba cerrada y ya no había lugar para la misericordia; pero vemos que no era demasiado tarde. El Señor Jesús le dio una respuesta inmediata, le habló con bondad, le aseguró que ese mismo día estaría con él en el paraíso; lo perdonó completamente, lo limpió totalmente de sus pecados, lo recibió por su gracia, lo levantó de las puertas del infierno y le dio el derecho a la gloria. Entre toda la multitud de almas salvadas, ninguna ha recibido una confirmación tan gloriosa de su propia salvación como este ladrón arrepentido. Revise la lista completa, desde Génesis hasta Apocalipsis, no encontrará a nadie a quien se le hayan dicho palabras como estas: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
Creo que el Señor Jesús nunca dio una prueba tan completa de su poder y voluntad para salvar, como la dio en esta ocasión. En la hora cuando parecía más débil, mostró ser un Libertador poderoso. En el instante cuando su cuerpo sufría terrible dolor, mostró que podía sentir ternura por otros. En el momento cuando él mismo estaba muriendo, le dio vida eterna a un pecador.
Entonces, ¿no es cierto que esto me da el derecho de decir que Cristo "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios" (He. 7:25)? Aquí tenemos la prueba. Si hubo alguna vez un pecador que estaba demasiado perdido como para ser salvo, fue este ladrón. No obstante, fue rescatado como "un tizón arrebatado del incendio" (Zac. 3:2).
¿Acaso no tengo el derecho de decir que Cristo recibe a cada pecador que acude a él orando con fe y que no rechaza a nadie? He aquí la prueba de esto. Si hubo alguna vez un pecador que parecía demasiado malo como para ser salvo, fue este hombre. No obstante, las puertas de misericordia se abrieron de par en par para él.
¿Acaso no me da el derecho a decir: "Porque por gracia sois salvos... no por obras... No temas; cree solamente"? (Ef. 2:8, 9; Mr. 5:36; Lc. 8:50). He aquí la prueba de esto. ¡Este ladrón nunca fue bautizado, no pertenecía a ninguna iglesia visible, nunca había participado de la Cena del Señor, nunca realizó ninguna obra para Cristo y nunca dio dinero a la causa de Cristo! Pero tuvo fe y, entonces, fue salvo.
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