3. Falta de verdaderos cristianos
Finalmente, para despertar a todos, infiero que, si el guardar el corazón es la gran obra del cristiano, existen pocos cristianos verdaderos en el mundo.
Si todo aquel que ha aprendido el dialecto del cristianismo y que puede hablar como un santo, si todo el que tiene don y parte y puede predicar, orar, o hablar como un cristiano, en otras palabras, si todos los que se asocian con el pueblo de Dios y toman parte en las ordenanzas pueden pasar por ser considerados cristianos, entonces sí que hay muchos.
Pero encontramos muy pocos si los juzgamos por esta regla: ¡Cuán pocos hay que guarden sus corazones conscientemente, que miren sus pensamientos y disciernan escrupulosamente sus motivaciones! Hay pocas personas que entren al cuarto de oración entre los que dicen ser cristianos. Es más fácil ponerse al día con otros deberes de la fe que con este.
La parte secular del mundo hará poco más que entremeterse de vez en cuando con los deberes religiosos, y mucho menos se involucrará con el cuidado del corazón; y en lo que respecta a los hipócritas, aunque pueden ser muy meticulosos con lo externo, es difícil persuadirlos de cumplir con este trabajo interior y difícil, que descubre rápidamente aquello que el hipócrita no se preocupa por conocer.
Así que, por consenso general, este trabajo del corazón se deja en manos de unas pocas personas apartadas, y me da temor pensar en lo pocas que son estas manos.
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