3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN
12. EL TIEMPO DE UNA ENFERMEDAD MORTAL
EN CUARTO LUGAR, reflexionar en el hecho de que mediante la muerte Dios evita a su pueblo grandes problemas y tentaciones puede mejorar nuestra disposición a morir.
Cuando una calamidad extraordinaria viene sobre el mundo, Dios a veces quita a sus santos del camino del mal. Así murió Matusalén en el año antes del diluvio; Agustín un poco antes del saqueo de Hipona; Pareus justo antes de la toma de Heidelberg. Lutero observa que todos los apóstoles murieron antes de la destrucción de Jerusalén, y Lutero mismo murió antes de que las guerras estallasen en Alemania.
Puede ser por tanto, que la muerte nos haga escapar de una dura prueba, que no podríamos ni necesitamos soportar. Pero si no hay ningún problema extraordinario que fuera a venir en caso de que nuestra vida fuese prolongada, puede que aun así Dios quiera librarnos de los innumerables males y cargas que son inseparables de nuestro estado actual.
Seríamos librados del pecado que aún queda en nuestro interior, que es el mayor problema. Seríamos librados de todas las tentaciones de cualquier tipo, de los problemas y vergüenzas corporales, y de todas las aflicciones y tristezas de esta vida. Los días de nuestro lamentar terminarían y Dios enjugaría todas las lágrimas de nuestros ojos. ¿Por qué entonces no tendríamos prisa por marcharnos?
EN QUINTO LUGAR, si todavía nos resistimos a marchar, como Lot en Sodoma, ¿cuál es nuestro ruego y preferencia por una vida más larga? ¿Por qué estamos poco dispuestos a morir?
Puede que estemos preocupados por el bienestar de las personas cercanas a nosotros. Si es así, y estamos preocupados por su sustento temporal, permitamos que la Palabra de Dios nos satisfaga: "Deja tus huérfanos, yo los criaré; y en mí confiarán tus viudas" (Jeremías 49:11). Lutero decía en su última voluntad: "Señor, tú me has dado una esposa e hijos, no tengo nada que dejarles, pero te los encomiendo a ti. Oh, padre de los huérfanos y defensor de viudas, susténtalos, guárdalos y enséñales".
Pero ¿estamos preocupados por el bienestar espiritual de nuestras personas cercanas? Recordemos que no podemos convertirlas ni aun si siguiésemos viviendo; y Dios puede hacer que nuestras oraciones y consejos sean efectivos después de muertos.
Quizás es que deseamos servir a Dios durante más tiempo en este mundo. Pero si Él no tiene nada más para que hagamos aquí, ¿por qué no decir junto con David, "aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere" (2 Samuel 15:26)? Él nos está llamando a lo alto, a servir en el cielo, y puede cumplir con otras manos lo que deseamos hacer aquí.
¿Es que nos sentimos demasiado imperfectos para ir al cielo? Pensemos que hemos de ser imperfectos hasta la muerte, nuestra santificación no puede completarse hasta que lleguemos al cielo.
"Pero", se podría decir, "quiero estar seguro; si pudiera tener seguridad podría morir con facilidad". Consideremos entonces que, una disposición del corazón por dejarlo todo en el mundo y ser libres del pecado y estar con Dios es la forma directa de la seguridad que se desea; ninguna persona carnal estaría dispuesta a morir, en base a eso.
Así hemos mostrado cómo el pueblo de Dios, en los tiempos más difíciles, puede guardar sus corazones con toda diligencia.
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