6. EL TIEMPO DE REUNIRNOS CON DIOS
EN SEGUNDO LUGAR, después de haber preparado el corazón por la meditación previa, pongamos una guardia sobre nuestros sentidos. ¡Cuántas veces los cristianos corren el peligro de perder los ojos de la mente por culpa de la distracción de los ojos del cuerpo!
David oró contra esto: "Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino" (Salmos 119:37). Eso podría servir para exponer el proverbio árabe: "Cierra las ventanas para que la casa esté iluminada". Estaría bien si pudiésemos decir al comienzo como un hombre santo dijo una vez al volver de sus oraciones: "Cerraos, ojos míos, cerraos; porque es imposible que jamás podáis discernir tanta belleza y gloria en ninguna criatura como la que acabo de ver en Dios".
Hemos de evitar todas las ocasiones de distracción externa, e involucrar esa intensidad del espíritu en la obra de Dios, que cierra con llave los ojos y los oídos a la vanidad.
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