Capítulo 17
Satanás quiere hacer daño no solo
a los creyentes sino también a los incrédulos. Quiere lograr que no crean en
Cristo. Hará todo lo posible para impedir que se arrepientan y confíen en el
Señor.
Frecuentemente satanás hace que los incrédulos sientan demasiado grandes sus pecados como para ser perdonados. Les dirá que Dios puede perdonar a otras personas pero no a ellos, porque son demasiado pecadores.
Los que son tentados a pensar así deben saber que entre más que sea su pecado, mayor es su necesidad de Cristo. Los que están sanos no son los que necesitan médico, sino los que están enfermos. Entre más grave es la enfermedad, la necesidad de médico es más grande. A nuestro Señor Jesús le complace tener misericordia y perdonar a grandes pecadores.
Entre más tiempo que una persona
se resiste a someterse a Cristo, más crece su pecado. El hombre natural no
tiene poder en sí mismo para resistir el pecado.
Entonces la idea de que sus pecados sean muy grandes no debe obstaculizarles para creer en Cristo. Conocer a Cristo es la bendición más grande, más importante y más completa que una persona puede recibir. Todos los que no creen en Cristo serán condenados por sus pecados. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; mas el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. (Jn.3:36)
Hay otra manera que satanás intenta para persuadir a los pecadores a que no crean en Cristo. Les hace pensar que son indignos de ser perdonados por Dios.Hay un tercer método usado por satanás para estorbar a los hombres a que crean en Cristo. Satanás les dice que no están preparados para creer, que necesitan tener ciertas experiencias antes de estar listos. Satanás les dirá que no han sido humillados lo suficiente para ser creyentes. De una manera u otra satanás les hará pensar que les hace falta alguna preparación para poder creer en Cristo.
Por supuesto Cristo ha salvado a algunos que parecían no estar muy preparados. Jesús dijo a Mateo, “sígueme.” (Mat.9:9) La escritura no dice que Mateo sintiera profundamente su pecado o que fuera muy humillado o que fuera preparado en forma alguna. Mateo simplemente siguió a Cristo y Dios cambió su vida. Dios no llama a todos los creyentes en la misma manera. Algunos son traídos a Cristo después de muchas tormentas, problemas y crisis espirituales; otros son traídos en forma tierna y quieta. El Espíritu Santo hace su obra en la forma que Él quiere. Nunca debemos tratar de establecer ciertos requisitos o experiencias que uno debe tener para decir que está lista para creer en Cristo. (Por ejemplo: Sentir cierto terror del infierno, experimentar cierto grado de convicción de pecado, etc.) Es cierto que cada creyente siente la tristeza, la vergüenza y la convicción de sus pecados, pero estas cosas nacen de la fe en Cristo. La fe es la tierra en la cual crece la tristeza y el arrepentimiento del pecado. Las Escrituras no enseñan que una persona tiene que pasar por una desesperación intensa antes de que pueda acudir a Cristo. La Palabra de Dios nos llama a acudir a Cristo tal como somos. La experiencia de convicción es variable, no obstante sus elementos esenciales son los mismos. Por lo tanto, no debemos pensar que es necesario que cada convicto sienta exactamente lo mismo para poder estar preparado a creer en Cristo.
Estas son algunas de las
artimañas de satanás para tratar de impedir que los pecadores acudan a Cristo:
que sus pecados son demasiado grandes, que no son dignos de ser perdonados y
que no están preparados. Los pecadores no deben escuchar estas mentiras sino la
voz del Señor que les llama al arrepentimiento y la fe en su sacrificio como
único camino para ser salvos.
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