"Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba", Juan 11:6
¿Te ha confiado Dios uno de sus silencios, un silencio que está lleno de significado? Los silencios de
Dios son sus respuestas. ¡Solo piensa en esos días de absoluto silencio en la casa de Betania! (ver Juan
11:1-23) ¿Hay en tu vida algo comparable a esos días? ¿Puede Dios confiar en ti de esa manera, o aún
estás pidiendo una respuesta visible? Dios te dará las bendiciones que pidas si no avanzas un paso más sin
ellas, pero su silencio indica que te está llevando a una maravillosa comprensión de sí mismo. ¿Te estás
lamentando ante Él porque no has tenido una respuesta audible? Cuando no lo puedas oír, hallarás que ha
confiado en ti de la manera más íntima posible, con un silencio absoluto. No un silencio desesperado, sino
grato, porque vio que podías soportar una revelación aun mayor. Si Dios te ha contestado con su silencio,
alábalo, porque te está introduciendo en el gran caudal de sus propósitos. La manifestación real de su
respuesta, en el tiempo, es un asunto de su soberanía. El tiempo no significa nada para Él. Es posible que
por algún tiempo hayas dicho: "Le pedí a Dios un pan y me dio una piedra". No es así y hoy descubres
que te dio el pan de vida (ver Juan 6:35).
Un aspecto maravilloso acerca del silencio de Dios es que su quietud te contagia y adquieres una
confianza plena, de modo que puedas decir: "Sé que Dios me ha oído". Su silencio es la prueba de que lo
ha hecho. Mientras tengas la idea de que Dios te bendecirá en respuesta a la oración, Él lo hará, pero
nunca te dará la gracia de su silencio. Si Jesucristo te está llevando a comprender que la oración tiene el
propósito de glorificar a su Padre, entonces la primera señal que te dará de su intimidad es el silencio.
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