"El lugar seco se convertirá en estanque...", Isaías 35:7
Siempre tenemos una visión antes de que algo se convierta en realidad. Cuando nos damos cuenta de que
aunque la visión es real, todavía no es real en nosotros, entonces Satanás viene para tentarnos y nos
inclinamos a decir que no vale la pena seguir adelante. En lugar de que la visión se vuelva real para
nosotros, entramos en un valle de humillación.
"La vida no es como una roca de mineral sin trabajar, sino hierro extraído desde las tinieblas del centro de
la tierra y golpeado por la adversidad para moldearlo y poderlo utilizar".
Dios nos da una visión y luego nos hace descender al valle para martillarnos hasta que tomemos la forma
de esa visión. Y es en el valle donde tantos desfallecemos y claudicamos. Toda visión dada por Dios se
cumplirá, si tenemos paciencia. ¡Sólo piensa en el tiempo ilimitado que Él tiene a su disposición! Nunca
tiene afán. Pero nosotros siempre estamos frenéticamente afanados y salimos a hacer cosas a la luz de la
gloria de la visión, aunque ella todavía no sea real en nosotros. Dios tiene que llevarnos al valle y
hacernos pasar por fuegos e inundaciones para moldearnos hasta que lleguemos al punto donde puede
confiarnos la auténtica realidad. Desde el momento en que recibimos la visión, el Señor ha estado
trabajando, es decir, moldeándonos según el objetivo que tiene para nosotros. Una y otra vez procuramos
huir de su mano y tratamos de martillarnos y moldearnos de acuerdo con nuestro propio objetivo.
La visión que Dios te da no es un inalcanzable castillo en el aire sino una imagen de lo que Él quiere que
hagas aquí. Deja que el alfarero te ponga en su rueda y te haga girar como quiera y, luego, tan cierto
como que Dios es Dios y tú eres tú, serás formado exactamente conforme a la visión. Pero no te
desanimes durante el proceso. Si alguna vez has tenido una visión de Dios, puedes tratar tanto como
quieras de estar satisfecho en un nivel más bajo, pero Él nunca te lo permitirá.
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