"Y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría", 1 Corintios 2:4
Pablo era un erudito y orador notable y aquí él no está hablando por un profundo sentido de humildad. Él
dice que al predicar el Evangelio podía encubrir el poder de Dios si impresionaba a las gentes con la
excelencia de su discurso. La fe en Jesús es un milagro que se produce únicamente por la eficacia de la
redención, no por palabras persuasivas ni por galanteos y conquistas, sino por el poder de Dios sin ayudas
adicionales. El poder creativo de la redención se debe a la predicación del Evangelio, no a la personalidad
del que predica.
El verdadero y efectivo ayuno de un predicador no es abstenerse de comida, sino más bien de su
elocuencia, de su lenguaje impresionante y de todo aquello que pueda obstruir el Evangelio que se está presentando. El predicador está en la tierra como el representante de Dios, "como si Dios rogara por
medio nosotros", 2 Corintios 5:20. Está aquí para presentar el Evangelio de Él. Si es sólo debido a mi
predicación que las personas desean mejorar, jamás se acercarán de Jesucristo. Todo lo que me adule
cuando predico el Evangelio terminará convirtiéndome en un traidor a Jesús e impedirá que el poder
creativo de su redención haga su obra.
"Y yo, cuando sea levantado... a todos atraeré a mí mismo", Juan 12:32.
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