"¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que se la pidan?", Mateo 7:11
Mediante estas palabras, Jesús establece las reglas de conducta para quienes tienen a su Espíritu. Él nos
desafía a mantener nuestra mente saturada del concepto del gobierno divino sobre todo, lo cual significa
que el discípulo debe mantener una actitud de perfecta confianza y un vivo anhelo de pedir y buscar.
Llena tu mente con el pensamiento de que puedes contar con Dios. Una vez que lo hagas, tener esta
actitud cuando te encuentres en dificultades te resultará tan fácil como respirar: "Mi Padre celestial sabe
todo lo que está pasando". No tendrás que esforzarte, sino que surgirá naturalmente cuando se presenten
las situaciones complicadas o desconcertantes. Antes de formar poderosamente en tu mente este concepto
del control divino, sueles recurrir a varias personas en busca de ayuda. Pero cuando lo desarrollas, acudes
a Dios. Jesús está instaurando las reglas de conducta para quienes tienen a su Espíritu y lo hace según este
principio: Como Dios es mi Padre y me ama, nunca debo pensar que olvidará algo. Entonces ¿por qué he
de preocuparme?
Jesús dijo que en ocasiones Dios no disipa las tinieblas que te rodean, debes confiar en Él. A veces
Dios parece un amigo despiadado, pero no lo es; un Padre perverso, pero no lo es; un juez injusto, pero no
lo es. Persevera y crece en el principio de que la mente de Dios está detrás de todo. Ni siquiera el más
mínimo detalle de la vida ocurre sin que sea su voluntad. Por lo tanto, puedes descansar en Él con una
perfecta confianza. La oración no es sólo pedir, sino una actitud mental que produce el ambiente en el que
pedir es perfectamente natural. "Pedid y se os dará", Mateo 7:7.
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