"Ven, sígueme" Lucas 18:22
Sígueme donde mueren los gustos y afinidades personales y donde vive la entrega santificada. Uno de los
principales obstáculos para acercarnos a Jesús es la excusa de nuestro temperamento, debido a que lo
convertimos, junto con nuestros deseos naturales, en una barrera que nos impide ir a Él. Sin embargo, lo
primero que notamos al seguirlo es que Él no le presta ninguna atención a nuestros gustos naturales.
Tenemos la idea de que podemos consagrar nuestros dones a Dios. Pero, no puedes hacer una
consagración de lo que no es tuyo. Lo único que realmente le puedes consagrar es tu derecho sobre ti
mismo (ver Romanos 12: 1). Si le entregas este derecho, Él hará de ti un experimento santo. Y sus
experimentos siempre tienen éxito. La única señal verdadera de una persona santa es el proceso interior
que nace de estar completamente sometida a Jesucristo. En la vida de un santo existe este asombroso
manantial de vida original, todo el tiempo. El Espíritu de Dios es una fuente de agua que siempre brota fresca. Cuando el creyente comprende que es Dios quien dirige sus circunstancias, no hay ninguna queja,
solamente una entrega total a Jesús. Nunca pretendas hacer de tu experiencia una norma universal, sino
deja que Dios sea tan creativo y original con otras personas como lo es contigo.
Si le rindes todo a Jesús y acudes cuando te dice: ven, Él continuará diciendo ven -a través de ti- y
dondequiera que vayas reproducirás el eco del «ven» de Cristo. Ese es el resultado en cada persona que ha
renunciado a todo y se ha acercado a Jesús. ¿He acudido a su llamado? ¿Iré a Él en este momento?
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